Capítulo 4

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A través del agujero en el techo de la caverna se filtraban los sonidos del mundo: el canto de las aves y de las hojas que se movían con el viento. Atrás, en lo profundo de su memoria habían quedado las voces humanas, los gritos de los muertos vivientes y de mal que erradicó durante su juventud temprana.

Todo lo que tenía y a lo que se aferraba era la voz de Wei Ying en la quietud de aquel lugar.

No le importaba morir ahí si es que lo que fuera a escuchar al momento de su muerte fuera la voz de este, aunque ahora mismo fuera sólo un recuerdo que no se desvanecía a pesar del tiempo.

Nunca sería capaz de olvidar su voz ni su rostro; ni el toque de sus labios. Sus ojos dorados contemplaron el sol que se colaba entre las ramas hasta dónde él estaba.

A lo largo del tiempo aprendió a apreciar el lugar tanto que incluso si fuera a salir tenía la impresión de que todo lo que había ahí afuera sería extraño. Él mismo se sentía un extraño habitando el cuerpo de Lan Wangji pues su mente y su convicción ya no correspondían a aquellos que le habían otorgado ese nombre.

Él sólo era Lan Zhan, el Lan Zhan de Wei Ying.

- ¡Lan Zhan!

Abrió los ojos. Supo que la voz vino de mas allá de los confines del interior de la caverna. Se le entumecieron los pies mientras un hormigueo recorría su espalda hasta la cabeza.

Vaciló. No era extraño que en los días de más dolor y de más nostalgia, su propia mente le tendiera trampas y juegos extraños los cuales atribuyó al aislamiento y al continúo silencio. La primera vez, persiguió aquella voz sin siquiera cuestionar. Nadó contra corriente y observó los pies de alguien perderse en la oscuridad del canal pero no pudo seguir más.

Despertó entre las aguas cristalinas y entonces supo que persiguió sólo un delirio. En ocasiones alucinaba con otras cosas también, con su madre y su hermano, con que despertaba en el jingshi luego de una fiebre intensa. En aquel mundo Wei Wuxian no existía. Supo que no era real en el momento en el que su falso hermano le cuestionó sobre ese nombre desconocido.

Él no podía vivir en un mundo sin él. Wei Ying fue, Wei Ying es; no importaba cuán doloroso fuera el camino. La tentación de una vida cómoda y sin dolor no significaban nada si el alma de otro jamás se encontraría con la suya.

El día de su delirio tocó Indagación durante todo el día, como para saber si acaso por una vez el otro le había visitado pero como era ya una desgarradora costumbre, nunca respondió. Entonces se convenció que su propia mente creaba los sonidos e imágenes tal vez para dar consuelo a sus deseos.

Las heridas en su cuerpo tarde o temprano sanaron, no así su corazón que sangraba cada día un poco más.

En el claro del agua pudo ver las cicatrices que quedaron atrás: eran largas, la carne que había cubierto las heridas abiertas todavía estaba enrojecida, contempló su imagen y recordó que su tío le flageló treinta y tres veces, una por cada sabio a los que hirió brutalmente y cuatrocientos azotes con las reglas por cada dicípulo que perdió alguna extremidad o que quedó al borde de la muerte, pero su tío no lo mató aunque estaba seguro de que otros clanes se lo exigieron.

Lan Qiren sabía que deseaba morirse tal cual lo intentó en el asedio de los Túmulos Funerarios, sabía que el castigo de la vida era peor y más doloroso que cualquier herida que las tablas o los látigos le pudieran causar; por tal causa hizo que se le atendieran estas, se aseguró de que viviría y tan pronto como la primera herida sanó, lo llevó al pie de la montaña y se deshizo de él.

Zewu Jun había intentado repetidas veces ponerse en contacto con él al quinto año, le mandaba tantas cartas que la luz de la caverna se iluminaba en espera de que le recibiera pero él nunca lo hizo, despreció todas y cada una hasta que poco a poco dejaron de llegar.

Más allá de los acordes del guqinWhere stories live. Discover now