—¿Qué se supone que estaban haciendo? —preguntó, mirándonos de arriba a abajo.

—¿Es que tus anteojos no funcionan? —espetó Larissa, cruzando los brazos—. Nos estábamos divirtiendo.

Al día siguiente, llegué temprano a la secundaria, estacioné en el primer puesto libre que conseguí; y al salir del vehículo, vi a un grupo considerable de personas armando un griterío, mientras hacían un círculo alrededor de lo que parecía ser una pelea.

Decidí que lo mejor sería pasar de largo e ignorarlos por completo para evitar problemas, pero entonces escuché la inconfundible voz de Albert en el medio de aquel tumulto; y sabiendo que podía estar en problemas, comencé a avanzar a través de la gente para buscarlo.

Tal y como me lo temía, se hallaba atrapado en el centro de aquel alboroto, y una de sus mejillas estaba enrojecida; aunque, por fortuna, no parecía haber recibido más daño.

—Por favor, podemos arreglar esto hablando —suplicó Al, retrocediendo. Sin embargo, cuando trató de salir, James lo empujó de vuelta al círculo.

—No me interesa hablar —gruñó su atacante, un sujeto bastante alto y delgado que vestía con un suéter de capucha gris, zapatos converse del mismo color y pantalones blancos—. Quiero ver sangre.

—¿Qué demonios ocurre aquí? —reclamé, entrando al centro.

—¡Chris, tienes que ayudarme! Este tipo me quiere asesinar —gritó Albert, escondiéndose detrás de mí.

—¡Quítate del medio! —me ordenó el encapuchado.

Lo ignoré por completo, evitando empeorar la situación, e intenté irme junto a Albert. No obstante, el sujeto agarró mi hombro, me hizo girar y lanzó un fuerte puñetazo hacia mi cara, que apenas pude evadir.

Acto seguido, di un paso atrás e hice amago de lanzarle una patada al pecho, a lo que el tipo se cubrió de inmediato; y aprovechando esa distracción, agarré a James por el cuello de la camiseta, y lo coloqué frente a mí milésimas de segundo antes de que mi oponente me conectara un puñetazo en el rostro.

Gracias a eso, el chico recibió el golpe de lleno en la mejilla, y antes de que pudiera reaccionar, se lo lancé encima al tipo misterioso. Ambos cayeron al suelo con brusquedad, y sin darles tiempo de reincorporarse, me alejé de allí junto a Al.

—¿Qué demonios acaba de ocurrir? —inquirí cuando salimos del círculo—. ¿Y quién era el imbécil de la capucha?

—No lo sé —negó Albert—. Todo pasó muy rápido, solo recuerdo que estaba caminando hacia mi casillero cuando ese tipo se acercó.

—¿Y luego?

—Me preguntó si te conocía, le dije que sí, y como no quise darle la dirección de tu casa me dio un puñetazo —señaló su mejilla enrojecida—. Antes de darme cuenta, ya había un gran círculo de personas a nuestro alrededor, pero al menos no me hizo nada.

—Qué extraño, cuando salí a defenderte me vio y aun así seguía con la vista fija en ti.

—Tal vez sólo te conozca de nombre —razonó Al—. Recuerda que todos te nombran por aquí.

—No lo dudo, quizá solo sea otro idiota que quiere atención —me encogí de hombros—. Como sea, mejor vamos a clases antes de que se haga más tarde.

Dicho esto, nos despedimos y me dirigí al salón de biología, donde, como de costumbre, tomé asiento al fondo y saqué mi cuaderno de dibujos. Sin embargo, en vez de ponerme a dibujar, o prestarle atención a la clase, solamente podía pensar en lo ocurrido y preguntarme: ¿Quién era ese subnormal? Y más importante aún, ¿para qué demonios quería mi dirección?

—Tranquilízate, Taylor, pudo ser peor —murmuré cerrando los ojos por unos instantes, pero en lugar de calmarme, vi cómo la imagen de Igmis se materializaba poco a poco en mi mente.

Ahora me encontraba de pie, en el medio de un amplio pasillo blanco, aunque a diferencia de la vez anterior, este no tenía ninguna puerta. Rápidamente, miré hacia todas las direcciones, buscando cualquier cosa que pudiera indicarme dónde estaba, y entonces noté que mi reflejo me extendía una imagen del sujeto que había atacado a Albert.

—Ten cuidado con ese tipo —advirtió—. No es un humano común y corriente.

—Eso parece —murmuré—. ¿Crees que sea un Volavek?

—Es posible, pero no puedo estar totalmente seguro, y aún suponiendo que lo fuera, dudo mucho que sea un Igmis.

—¿Por qué lo dices?

—Nuestra raza no desprende esa esencia, de eso sí que puedo estar seguro.

—A menos que...

—Sea un Eismis —completó la frase—, aunque no podremos saberlo hasta que veamos sus alas —cruzó los brazos—. Eso si es que las tiene.

—¿Tú qué sugieres? ¿Qué debería hacer al respecto?

—Por los momentos, limítate a no bajar la guardia y vigila a tus amigos, si noto algo extraño me encargaré de que lo sepas.

—Lo haré, gracias por el dato —asentí, justo antes de volver a la realidad.

Por fortuna, cuando abrí los ojos para salir del trance, solo habían transcurrido un par de minutos y nadie había notado mi ausencia, por lo que, devolví la atención a mi dibujo y el resto de la hora pasó con lentitud.

Finalmente, sonó el timbre que indicaba el final de aquella larga lección; por lo que la profesora nos dejó ir, y sin perder tiempo, salí del aula con rumbo a la siguiente clase.

Para mi sorpresa, durante el trayecto me topé al mismo sujeto que había golpeado a Albert caminando junto a... Me froté los ojos para asegurarme que no fueran ilusiones, pero sí, Eve estaba junto a él.

Al parecer, el tipo también me reconoció, y en seguida, se abalanzó hacia mí. Inmediatamente, me conectó una patada en las costillas, seguida de un puñetazo en el abdomen, y cuando intentaba el tercer ataque, estampé su cara contra la puerta de un casillero.

—¡Deténganse! —gritó Eve.

—Claro que me detendré —gruñó el sujeto, retrocediendo—. Una vez acabe con este inútil.

—¿Acabar conmigo? —solté una risa sarcástica—. Haré que tu siguiente cena sea por intravenosa.

—¡Ya basta! —insistió la chica—. No quiero que terminen lastimados.

—Me da igual —replicó el tipo—. No permitiré que te le vuelvas a acercar.

—¿Eso crees? ¡Yo llegué primero, ella está conmigo! —rugí con una descarga de furia y celos corriendo por mi cuerpo.

—Espera, ¿de qué estás hablando? —espetó Eve, interponiéndose entre nosotros—. Él es mi primo.


Canción: Say You'll Haunt Me

Banda: Stone Sour

Under My Wings | Wattys 2015Donde viven las historias. Descúbrelo ahora