Parte única.

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Una cerveza, dos cervezas, tres cervezas. Daba igual cuántas veces las jarras volvieran a llenarse, los efectos eran tardíos en ellos; las largas fiestas repletas de alcohol y su oportuna facilidad por evitar que el alcohol les afectase les permitían beber más que a los demás antes de emborracharse y perder el conocimiento. A diferencia de ellos, sus amigos ya estaban comportándose como locos. Bueno, la verdad era que desde que entraron al lugar ya estaban en plan idiotas, pero la bebida los puso más salvajes y abiertos. Claro, hombres rodeados de voluptuosas mujeres ataviadas con cortas ropas eran un peligro.  

—Son unos imbéciles —murmuró uno desde la punta del escenario de baile, observando a los hombres silbando y gritando hacia las bailarinas. Tiraba su silla hacia atrás, con un pie apoyado en la de adelante, y una botella de cerveza a medio beber en la boca.

El muchacho que estaba sentado a su lado lo miró de soslayo. 

—¿Qué dices? Solo la están pasando bien. 

Entre la oscuridad del lugar, cualquiera que los mirase de lejos creería que ambos eran la misma persona; eran muy parecidos, con la única diferencia en el color del cabello: Atsumu lo tenía rubio, Y Osamu, negro. Este último alejó la botella de sus labios y acomodó bien su asiento.

—Ni que estuvieran tan guapas.

El otro dio vuelta la cabeza completamente, mirando a su hermano.

—¿¡Bromeas?! —Subió el tono de golpe, tanto que sonó un poco agudo. Se notaba que el alcohol le hacía efecto más rápido—. ¿No has visto a la camarera que nos trae bebidas? Santo cielo, que me traiga más cosas, por favor.

Osamu apretó los labios y los estiró en un gesto de asco. Los comentarios de Atsumu le gustaban poco y nada. Para su mala suerte, la dichosa camarera caminó frente a ellos, haciendo bailar su pequeña falda roja.

—¡Heyy, bonita! —la llamó Atsumu, elevando su botella vacía. No sintió nada cuando Osamu pateó su silla de forma disimulada.

La camarera se dio la vuelta, en sus labios había una gran sonrisa y tenía los ojos caídos en una sugerente expresión. 

—¿Se te ofrece algo, querido? —«Claro», pensó Osamu, mirándola con atención, «No es ninguna casualidad que sea ella quien nos trae las bebidas, lo hace a propósito».

Atsumu soltó una risa boba. Su expresión tranquila había cambiado a una sensual.

—Bueno, si lo preguntas tú... —La miró de arriba abajo lentamente—. Se me ofrecen muchas cosas, a decir verdad... —Otra patada, esta vez Atsumu decidió ignorarla.

La camarera le echó una mirada analizadora; detenía sus ojos en los musculosos brazos para apreciarlos con mayor atención y se relamía al imaginarse quién sabe qué. Osamu comenzaba a molestarse, ambos actuaban como si él fuera invisible. Parecía que iban a tirarse uno encima del otro en cualquier momento. Finalmente, la muchacha sacó un papelito dorado de su brasier y se lo entregó a Atsumu, pasando sus dedos de largas uñas pintadas sobre el hombro contrario antes de retirarse hacia la barra.

Atsumu miró el papel con una sonrisa triunfante en los labios. Asentía como si fuera el mismísimo rey del mundo. Osamu volvió a patearlo, esta vez apuntando a su pierna.

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⏰ Última actualización: Apr 10, 2022 ⏰

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