MONOTONÍA

17 0 0
                                    

Mi despertador sonó pero no tenía ganas de levantarme, sentí como era arrastrada de mi ensoñación preparándome para recibir el "mejor día de mi vida".

-¡Es tarde!- gritó mi madre desde el pasillo y sentí como abría la puerta con rapidez y encendía la luz de mi habitación, de repente todo se iluminó, pude ver de forma borrosa las paredes antes verdes y ahora llenas de cuadros y dibujos, todos con la misma firma : Kacey Gillingwater. Amaba dibujar, lo he hecho todo el tiempo desde que tengo memoria, llené mis paredes con dibujos hasta que ya no quedo un solo espacio vacío en ellas y decidí empezar a archívalos. Mi favorito era un paisaje montañoso con una cabaña y hermoso riachuelo donde a lo lejos se podía distinguir una balsa con un encorvado pescador esperando el pez que convertiría ese en "el mejor día de su vida"; el cuadro estaba colgado en la mitad de la pared tenía un hermoso marco dorado sin mucho detalle pero que lo convertía claramente en el centro de atención.

-¡Kacey por favor levántate, llegaras tarde!- mi madre parecía muy angustiada, tenía el cabello recogido en una despelucada moña en la parte de atrás de la cabeza y la cara embadurnada de un especie de mascarilla de color verde.

Al fin decidí obedecerla y me levante de la cama un poco mareada y friolenta, me moví tambaleante hacia el baño que se encontraba al otro lado de un largo pasillo de blancas paredes, al entrar lo primero que vi fue el gran espejo colgado en la pared y a su vez un desastroso reflejo; Una niña alta, de tez blanca, cara demasiado redonda como para pasar por bonita, tenía el cabello medianamente largo, de un tono probablemente café pero que pasaba más por rojo, enmarañado y cayendo en desordenados crespos sobre sus hombros; supe instantáneamente que se trataba de mí. Después de un largo baño me vestí con unos jeans ajustados, una playera gris que decía "Nothing matter" y mis sucios converce antes blancos que ahora parecían más que grises.

Decidí caminar hacia el instituto en vez de esperar a que el destartalado autobús escolar decidiera aparecer en la parada que ni siquiera me digne a observar, caminaba perdida en mis pensamientos y detallando muy estrictamente todo a mi alrededor, el cielo estaba nublado y el frio de la madrugada calaba en mis huesos; no estaba segura de llegar a tiempo aquel día pero tampoco me importaba no hacerlo, era como si caminara sin un rumbo fijo, como si el tiempo no pasara y se hubiera detenido en el momento en que salí de mi casa, ahora solo estaría perdida en un mundo en el que todos duermen y soy la única persona despierta. Al fin después de lo que me pareció una eternidad logre divisar el instituto a lo lejos, primero vi los árboles que lo rodeaban y luego una especie de muralla gris que lo mantenía alejado de cualquier contacto con el exterior inclusive la más mínima oportunidad de ver del otro lado, era lo más parecido a una cárcel que podía imaginar. Empecé a colarme en una montonera de personas que trataban con todo su aliento de traspasar la muralla para poder llegar a tiempo a sus respectivas clases, después de unos minutos y mucho ingenio, dándole gracias a mi ágil cuerpo, logre pasar por un agujero en la pared al que le hacían llamar puerta; estaba cansada y la maleta me pesaba pero eso no me impidió ver aquel edificio que fue el escenario de mis pesadillas durante tantos años y al que me veía obligada a asistir diariamente. Era alto y grande pero demasiado viejo como para parecer agradable, las paredes pintadas de una amarillo claro estaban un poco sucias y en ellas se podían ver las ventanas de muchas de las aulas ya llenas con sus respectivos estudiantes, para ese momento y estaba que estaba demasiado tarde y que llegaría a la mitad de la primera clase, corrí cuanto más pude y pase la entrada principal del edificio dirigiéndome rápidamente a mi salón, pero ya no me quedaban fuerzas suficientes para ser veloz.

-Es un poco tarde ¿no le parece señorita Gillingwater?-dijo el profesor cuando me vio entrar apresuradamente en el salón de clase y sentarme en una silla cualquiera con el fin de reponerme por lo menos un segundo, estaba tan jadeante que ni siquiera quise responder al profesor quien siguió con su clase y me observaba de vez en cuando con recelo; para ese momento estaba realmente arrepentida de no haber esperado a que pasara el autobús, me hubiera ahorrado mucho trabajo.

LOST SOULSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora