Capítulo 5: Genio en el Paraíso

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     —¿En serio? El mío es el naranja, y también la mayoría de mis peluches son de ese color. Por cierto, el Kirby morado no es fácil de conseguir. Recuerdo que yo tuve que...

     —¡Sehyoon! ¿Se puede saber qué estás haciendo?

     Donghun y Yuchan estaban estupefactos, presenciando con espanto la manera en que los dos socializaban como grandes amigos, ignorándolos totalmente por segunda vez. No, esto ya se estaba volviendo un mal hábito.

     —Tú, rey Kirby, ven conmigo ahora —ordenó Yuchan, jalándolo del brazo.

     —Nos vemos después, Sehyoon —dijo, agitando la mano en su dirección.

     —Deja de mirarme así, Donghun. Yo no puedo odiar a nadie a la fuerza y lo sabes. Y ya date prisa, la clase empezará pronto —advirtió, yendo rumbo a su salón.

     —Necesito nuevos amigos —susurró entre dientes, siguiendo a su desleal amigo.

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Los rayos del sol le dieron la cálida bienvenida de siempre

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Los rayos del sol le dieron la cálida bienvenida de siempre. Se balanceó de atrás hacia adelante en un vaivén lento, contemplando la maravillosa vista de gran parte de la ciudad que se podía vislumbrar desde ese punto. Después de los cinco minutos reglamentarios para relajar sus ojos con ese panorama, se instaló en el césped artificial, recostándose en el enrejado de madera. Era la rutina que había llevado a cabo, religiosamente, desde el primer año de estudios.

     Había descubierto ese pequeño lugar casi por casualidad, un día en que discutió con sus amigos, cuando estos le habían advertido que, ahora que eran universitarios, no permitirían que se metiera en peleas, como solía pasar en la escuela en la que habían estudiado juntos desde niños. Furioso, los había dejado atrás para después caminar a la deriva hasta llegar al pie de las escaleras de un edificio a medio construir que no había dudado en explorar. Grande fue su sorpresa al revelarse ante él un pequeñísimo paraíso terrenal abandonado en la amplia azotea, que se había convertido en su santuario personal. Más tarde supo que era, al parecer, uno de esos lugares a los que nadie se atrevía a entrar por los mitos existentes alrededor de su historia. Así que como él no le temía a nada, no le dio importancia a los rumores y este se convirtió en el sitio perfecto para él, ya que era seguro que nadie nunca lo molestaría ahí. Por ende, desde aquel día, escapaba a ese solitario territorio cada vez que se sentía abrumado por la realidad, cada vez que quería que el mundo se detuviera para dejar de pensar en lo cruel que era la vida con él. Ni siquiera sus dos mejores amigos sabían de la existencia de su paraíso y quería ser tan egoísta como para disfrutarlo él solito.

     —Ah, al fin un momento de paz.

     Cerró los ojos, dejando que el viento fresco acariciara su rostro. La sensación era muy agradable y casi lamentaba saber que ese momento que se regalaba a sí mismo no duraría demasiado. Su mente vivía llena de tantos recuerdos dolorosos que únicamente en ese lugar podía concederse un respiro.

La Némesis del ArcoírisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora