—Oye, está bien. —Lo interrumpió—. No hace falta que te disculpes. Ya te lo había dicho. Deja de pedir disculpas por todo.

—Lo siento. —Fue lo que se le escapó sin querer, a lo cual reaccionó a taparse la boca con las manos.

Hekapoo volteó hacia un lado y sonrió negando con la cabeza. Aunque Marco solo pudo ver el cabello cubriendo su rostro.

—Bueno yo... vendré dentro de un rato. —tartamudeó huyendo de la cueva apenado.

Hekapoo lo detuvo antes que se alejara.

—Espera.

—¿Mmh?

—Me preguntaba...—Se aclaró la garganta para continuar—. ¿Sigue en pie la propuesta de llevarme?

Las cejas de Marco se perdieron detrás del cabello que caía sobre su frente. Su expresión de asombro logró incomodar a Hekapoo quien apartó la mirada apenada.

—¡Sí! —dijo con la torpeza de su nerviosismo. Se acercó con la velocidad dada por un tropezón que lo hizo detenerse justo frente a ella.

Hekapoo tuvo que inclinar la cabeza hacia atrás por la cercanía. Enarcó una ceja y se mordió el labio para contener la risa. Marco sintió calentarse las mejillas y se apartó ruborizado.

Carraspeó con el puño en la boca, antes de hablar.

—¿Q-Quieres que te lleve ahora, o más tarde?

—Puede ser ahora mismo.

Y Marco obedeció sin pestañear, la cargó sobre su espalda y partieron.

Durante el trayecto, y por primera vez desde que cayeron allí; tuvieron una conversación decente como dos personas normales. Algo que Marco no pasó por alto, pues parecía haber más confianza por fin, y ambos se mostraron notablemente más cómodos.

Al llegar al río, Marco logró pescar lo necesario con una cuerda improvisada. Alzó una fogata y guardó la distancia dándole privacidad a Hekapoo.

Quizá demasiada distancia, pues apenas pudo escuchar el llamado de ella a lo lejos, quién le recriminó haber tardado demasiado puesto que había terminado su baño hacía quince minutos.

Luego de su torpeza, terminó de acomodar el lugar y preparó los pescados. La plática continuó, sentados alrededor del fuego.

—Hay algo que me resulta... No sé, extraño...bueno mmh... curioso.

—¿Qué?

—Bueno... Cuando caíste por... Ya sabes, mi estúpida trampa. Se me hizo extraño que no pudieras levantarte. Digo, no lo tomes a mal, lo que quiero decir es que, yo mismo conozco la fuerza que tienes, y con eso en cuenta, levantarte de un abismo no debería costarte mucho esfuerzo....Bueno eso creo.

—Ah eso..., eso tiene explicación. Bueno, hay dos motivos. El primero es que en ese momento había invocado a más de noventa o más de cien clones; y eso en sí ya me resulta un problema. El segundo es que ya tenía más de medio cuerpo en esta dimensión, por lo que mi fuerza se había reducido mucho.

—¿Qué problema hay con lo de las clones?

—Mucho. Verás, cuando uso esa técnica, cada una de ellas se lleva gran parte de mi energía, pero son seres inorgánicos, necesitan energía física para realizar acciones tan simples como caminar. No pueden moverse si no tienen una fuente externa que les provea energía.

—¿Entonces, tú eres esa fuente?

—Así es. Y ahí es donde está el problema. Te pondré un ejemplo; supón que vas caminado y de repente comienzas a correr. A los cien o doscientos metros tu cuerpo comienza a sentirlo, ¿no? y debes parar a descansar. Pues lo mismo pasa con mis clones. Para cada acción que realizan toman energía de su fuente externa, por lo que todo el peso de sus movimientos cae sobre mi. Lo que significa que si cien de ellas corren, pues cien veces me canso yo.

Dimensión en llamasOnde histórias criam vida. Descubra agora