Epílogo

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Salió de la cama de un solo salto en el momento en que la alarma que había programado la noche anterior comenzó a sonar con insistencia, avisándole que el inicio de un nuevo día estaba por comenzar.

Ingreso rápidamente en el baño de su departamento, mientras una sonrisa de emoción abordaba su rostro, hoy era el día en que Park Chanyeol concluía oficialmente sus días como estudiante y se abría paso dentro del mundo laboral con un orgulloso título en sus manos. Había luchado y esperado tanto tiempo por esto que el hecho de estarlo viviendo en carne propia lo hacía sentir vivo. Todas esas noches de desvelo y aquellos difíciles trabajos que en su momento pensó que eran una tortura había válido la pena, porque ahora el orgullo y emoción hacían vibrar su pecho de una y mil maneras.

Una vez que salió del baño, seco su cuerpo por completo y de su armario sacó ese caro traje que había comprado unas semanas antes en compañía de su padre. Si, habían pasado tantas cosas en esos últimos cuatro años, pero la mayoría de ellas le sacaba una sonrisa del rostro y una sensación de emoción al recordarlas.

Una de ellas fue el hecho de enterarse que su padre había ingresado a terapias psicológicas por él, pues por palabras de su madre supo que su progenitor al ser ascendido y transferido de su puesto laboral había comenzado a socializar con nuevas personas, algunas mayores y algunas más jóvenes que él, que le dejaron ver puntos de vista más allá de los conservadores. Le había tomado mucha fuerza de voluntad a su padre aceptar que era un controlador por querer manejar la vida y el destino de su hijo al prohibirle hacer lo que más le apasionaba y desarrollarse de manera profesional. Pero nada de eso importo cuando finalmente pudo admitirlo delante de su hijo, pidiendo perdón por sus errores mientras lo miraba a los ojos con honestidad, ese día Chanyeol abrazo con fuerza a su padre, como un niño pequeño en busca de cariño, y lloro en sus brazos por la emoción que vibraba en su pecho.

Fue poco tiempo después cuando tomo el valor de confesar a su padre sobre sus preferencias sexuales, temiendo que la noticia tuviera el mismo efecto que la de su carrera universitaria años atrás y todo el avance que hasta ahora había tenido con su mayor se fuera a la basura. Suspiro de alivio cuando la noticia llego a oídos de su padre y este simplemente sonrió en su dirección para después darle un cálido abrazo que hasta ahora podía sentir en su piel, el hecho de que su padre finalmente lo aceptara tal y como era lo hacia sentir vivo y querido con amor puro.

Park Changmin había pasado por un duro proceso de aceptación que le hizo entender que la sociedad de ahora era diferente a la de hace años. Ya no existían los estereotipos en donde se denigraba o censuraba a los artistas y mucho menos aquellos en los que se discriminaba las personas con diferentes preferencias sexuales.

Deslizó el nudo de su corbata hacia arriba y se miró al espejo con una sonrisa al observar que se veía tan bien como se sentía, había cambiado mucho durante ese tiempo, su cabello que antes era negro como la noche ahora lucía un gris platinado que hacía resaltar sus masculinas facciones, sus lentes redondos que siempre portaba en el puente de su nariz fueron reemplazados por unos de contacto y su delgado cuerpo se había fornido casi por completo, otorgándole una amplia espalda y unos fuertes brazos que harían babear a cualquiera.

Cuando estuvo completamente listo partió hacia el campus de la que en unas horas dejaría de ser su universidad, recorrió los pasillos para llegar hasta el auditorio donde le entregarían finalmente su título y podría regresar a casa como un hombre graduado, en el camino pudo encontrarse a distintas personas que había conocido a lo largo de su estadía, quienes lo felicitaron por haber llegado de manera limpia hasta donde estaba y le habían deseado éxito para el futuro.

Sonrió ampliamente cuando atravesó la puerta del auditorio y pudo encontrar dentro a su padre acompañado de su madre y hermano, se acercó para saludarlos y notificar su llegada, recibiendo las palabras llenas de orgullo que su padre se encargaba de recordarle a diario. Más allá se encontraban los amigos que esperaba ver dentro del lugar, Sehun tomaba por la cintura a Luhan mientras este le dedicaba una sonrisa tímida, a pesar de los años Sehun no cambiaba, aun se mostraba tan seguro y coqueto con quien él decía era el amor de su vida, y Luhan confirmaba sus palabras al decir que el menor era su príncipe de armadura plateada.

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