CAPÍTULO 9

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—Lárgate de aquí, marica. No estoy hablando contigo.

—¡Hey! No puedes discriminarme así. Yo también quiero pasar un buen rato. —Pestañea de un modo cursi y apoyo la palma de la mano en mi frente. Casi puedo imaginar lo que viene—. Deja a esta tía aquí y llévame a mí, cari. No te arrepentirás. —Vuelve a pestañear y cuando le restriega el paquete por el hombro, mi boca se abre—. Y si te portas bien te lo hago gratis.

—¡Qué asco! —El hombre se pone en pie y se sacude el brazo como si tuviese polvo.

—Asco ¿por qué? Venga tonto... no te arrepentirás. —Vuelve a acercarse a él.

—¡Quítate de encima! ¡Me estás acosando! —El tipo se aparta incómodo.

—¡Qué va, hombre! ¿Cómo va a ser acoso? ¿Acaso no es lo mismo que le estabas haciendo tú a ella? Si para ti no es acoso para mí tampoco. Grrr, mi tigre. —Le acaricia el pelo y no doy crédito.

—¡No me toques! —Se aleja como si se le fuera la vida en ello y rezo para que la tierra me trague. Todo el mundo lo está viendo.

—Disculpen. —Un camarero al que no se le ha escapado el alboroto viene hasta nosotros con intención de solucionar el problema de manera discreta—. ¿Puedo ayudarles en algo? —pregunta con educación.

—Claro que sí, ¿podría traernos un aperitivo? —Como si no acabase de ocurrir nada, se acomoda en la silla que ha vuelto a quedar libre y me dedica una sonrisa—. Tengo hambre.

—Por supuesto, ¿qué les gustaría?

—Lo que sea, pero que no tenga aceitunas, por favor. —Me guiña un ojo y blanqueo los míos—. Últimamente ellas y yo no nos llevamos nada bien.

—Por supuesto. Ahora mismo.

El camarero se marcha y aprovecha para darle un sorbo a su vaso.

—Oye, una cosa... —Me mira muy serio y por un segundo logra que me preocupe—. ¿No se te estaría pasando por la cabeza serme infiel? ¿Verdad? —Al descubrir que bromea, aguanto la risa.

—Tranquilo, abrillantar sables no es lo mío —bromeo también y, al no esperarlo, carcajea atragantándose con el líquido—. Además, el muy tacaño me ofreció poco.

Mientras tose y ríe a la vez, miro hacia la gente para saber si el tipo ya se ha ido y me fijo en el cartel que tengo enfrente. En él se pueden leer los nombres de los artistas que actuarán hoy: Grupo ALBIAR y Carlos Sánchez & band. No había oído nunca hablar de ellos pero me pica la curiosidad. A mi padre le encanta este tipo de música, sin embargo, yo no la suelo escuchar.

El camarero no tarda en volver con un plato cargado de pequeños canapés y antes de marcharse nos hace entrega de una tarjeta en la que me parece ver una lista de algo. Las luces se encienden en ese momento en el tablao y todo el mundo se queda en silencio. Tras un grueso telón rojo aparecen cinco personas y se colocan en las sillas de madera que hay en el centro. La gente comienza a aplaudir mientras que los primeros acordes de una preciosa guitarra española dan el pistoletazo de salida y, tras varios segundos, me sorprendo a mí misma disfrutando de la música. Es totalmente diferente a lo que me esperaba. Miro de nuevo hacia la cartulina y descubro que lo que hay anotado en ella son las canciones que están sonando. La primera se llama Leire. Alzo la mirada con intención de comentárselo al estríper y me encuentro con sus ojos de frente.

—¿Te gusta? —Se adelanta.

—La verdad es que sí —vocaliza el estribillo y lo miro extrañada—. ¿Ya los habías escuchado antes?

—Sí —ríe y noto que me oculta algo. Presiento que no me lo ha contado todo.

—¿Dónde?

—Bueno..., la verdad es que son de mi tierra. Cuando supe que vendrían y que yo estaría aquí para entonces, hablé con el que ahora es mi compañero y compré las entradas.

LA MANGUERA QUE NOS UNIÓ - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora