Las Campanas - Estrofa III

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Oíd las fuertes y alarmantes campanas —
¡Broncíneas campanas!
¡Qué cuento de terror, ahora, su turbulencia cuenta!
En el sobrecogido oído de la Noche
¡cómo ellas desgañitan su susto!
Demasiado horrorizadas para hablar,
ellas pueden sólo chillar, chillar,
fuera de sintonía,
en una clamorosa apelación a la misericordia del fuego,
en una loca amonestación con el sordo y frenético fuego
saltando más alto, más alto, más alto,
con un desesperado deseo,
y resoluto empeño
ahora — para sentarse ahora, o nunca,
al lado del pálido rostro de la Luna.
¡Oh, las campanas, campanas, campanas!
¡Qué cuento su terror cuenta
con desesperación!
¡Cuán éstas resuenan, chocan y rugen!
¡Qué horror ellas supuran
en el seno del palpitante aire!
Aun el oído, éste completamente sabe,
por el punteo
y el estruendo,
cuán el peligro mengua y fluye;
sí, el oído con distinción cuenta,
en el destemple
y en la riña,
cuán el peligro se sume y se hinche,
por el sumir y el henchir en la ira de las campanas —
de las campanas —
de las campanas, campanas, campanas, campanas,
campanas, campanas, campanas —
¡En el clamor y el estruendo de las campanas!

Las Campanas, de Edgar A. Poe [Colección «Oblivious Poems», Vol. IV]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora