El toque rosa

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Al fin lo comprendí, todo formaba parte de un Show de Truman, en el que la única Truman era yo...

Harta de viajes en el tiempo, zombis empollones y patos anarquistas; descubrí que al guion de mis juegos del Humor le faltaba "el toque rosa". Debía sumergirme en todos los géneros para ganarme a mi público.

Ahora bien, faltaba elegir a mi "amante bandido" para dar rienda suelta a mi misión de conquista.

Primero pensé en mi compañera, Noir. Pero estaba escribiéndole cartas, como una loca, a no se quién, acompañada de unas nuevas amistades reptilianas, no muy de mi estilo.

Anthony era un misterio, a veces Jeckyl y a veces Hyde. Me imponía respeto.

La dulce Tai tenía su propio y elaborado plan: la muy cuca iba a explotar la reaparición estelar de Mila, y darle una gran difusión en las redes sociales.

Gracias a Heather, supe que la vertiente erótico-podrida estaba ya copada. Era la reina de los mutos, aunque su Jarro Estiloso, era mucho Jarro, y muy Estiloso.

Quedaba Roberto...

Me armé de valor, intentando no pensar en sus más que posibles tendencias sado masoquistas. Pero me dije: quién sabe si aún le pillo el gusto al sótano misterioso.

Decidida, fui a buscarlo. No había ni rastro. Hasta que alguien me indicó que la última vez lo habían visto entre unos matorrales.

Inocente de mí, me asomé entre los hierbajos, pensando que habría ido a buscar setas o caracoles, pero me equivocaba. La crudeza de aquella escena me acompañará hasta el día de mi muerte. Pobre Oca.

Llegados a este punto, solo vi un camino posible de baldosas amarillas. Iba a invocar mis recién adquiridos poderes paranormales. Rebusqué en mi baúl de los recuerdos, y desempolvé otra canción mágica de mi abuela:

Maldiciones e improperios,
Hechizos y vituperios

Almáciga para la barriga,
gotas de sudor y esencia de saliva

Que sean azules los aguacates,
y morados los tomates.

Que el amante más gurrufero,
se torne atractivo caballero.

Que vuele el amor cual papalote...
¡Y que la pasión explote!

Quemé todas mis naves y embrujé al mismísimo Señor Humor. Si con eso no me ganaba todo lo "ganable"...

¿Qué delicias sería capaz de hacer ese bigote juguetón? ¿Qué exquisiteces desayunaríamos juntos en la cama?

Me hice un cambio de look total, de los de Sandra Bullock en sus comedias románticas. Mi mentor aquí estuvo bastante sembrado. Me puse pestañas postizas, pelo postizo, uñas... y toda cosa postiza que encontré. Remetí mis carnes dentro de una faja de cuerpo entero, que hacía maravillas; aunque subsistir dos semanas a base de piña y agua, también ayudó. Y el colofón fue el espectacular vestido, cosido por unos ángeles caídos, y rematado por unos taconazos, tan altos, que me permitieron devolverlos al cielo.

—"Señorhumorcito"... ¿No me va a invitar a su alcoba? —le pregunté, después de unas copas.

«GAROTA»

—Solo si se quita "eso" y se vuelve a vestir de mi reina del Carnaval del Humor —me respondió él excitado.

Los Juegos del Humor [Historia corta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora