Capítulo 4: Mi entrega

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Sargas, el escorpión maldito, Scorp; príncipe heredero de Aragog

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Sargas, el escorpión maldito, Scorp; príncipe heredero de Aragog.

Cuando naces para ser Vendida son pocos los rumores que consigues oír de la gente porque son reducidas las ocasiones en las que tienes permitido salir, y en ninguna la finalidad es que puedas relacionarte, para eso están tus hermanas. En nuestro caso hubo noticias que nos llegaban de boca de las Preparadoras, al fin y al cabo eran personas, personas que escuchaban y sentían la necesidad de transmitir sus descubrimientos, sobre todo a personas como nosotras que estábamos ávidas de información.

Mientras estudiaba sobre la familia real se despertó mi curiosidad sobre varios puntos, había mucha mitología detrás, demasiados ensayos y análisis de grandes astrólogos que le buscaban un significado y un destino a cada miembro vivo y por nacer; pero lo que más logró desconcertarme y encender mi curiosidad fue leer el título de «escorpión maldito» para referirse al príncipe heredero.

Fue una de las pocas preguntas que hice que no quedó sin respuesta.

Se dice que Aragog tiene el peor heredero de todos, un hombre que no respeta ni sus propias tradiciones, que carece de empatía, un hombre con el corazón maldito por el veneno de las estrellas de su constelación, condenado a padecer una gran discapacidad: la falta de amor. Para el príncipe amar es una imposibilidad de la que no se salva ni su padre, ni a su reino, ni a él mismo.

Hasta donde yo sabía Sargas nunca había dado la cara al reino, ni siquiera a su Capital. No se presentó ni al funeral de su madre y lo único que se sabe de él es que muere por la oportunidad de asesinar a su hermano Antares que con toda seguridad sería mejor rey.

Antares cumple con su deber con la nación como un soberano justo, Sargas ni siquiera puede seguir sus propias leyes. «El escorpión» es el significado de su nombre, maldita es su condición, y sus pensamientos por completo un enigma.

¿Qué hacía un príncipe como él comprando una Vendida como yo?

Orión no me dirigió ni una palabra ni una mirada más en lo que restó de camino al palacio.

De un momento a otro el carruaje frenó y él se bajó sin darme más explicaciones. Esa vez no cometí la imprudencia de perseguirlo y me quedé inmóvil hasta que un hombre distinto, sin duda otro guardia real, abrió la puerta y me buscó con la mirada hasta dar con el bulto de mantas en el que me resguardaba.

—Abajo —ordenó tomándome del brazo y tirando con brusquedad para llevarme con él.

—¿Qué? ¿Qué pasa?

—Calla, mujer, y ven conmigo.

Me arrastró fuera del vehículo sin siquiera sostenerme con la fuerza mínima para ayudarme a saltar el espacio que separaba la carrocería del suelo, lo que ocasionó que me desplomara, doblándome los tobillos y rasguñando sus brazos al caer mientras intentaba aferrarme a ellos.

Vendida [YA EN LIBRERÍAS] [Sinergia I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora