La reina del carnaval

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¿La explosión me había devuelto al punto de inicio de Los Juegos?

La mente del Señor Humor era retorcida y su poder superaba las leyes del espacio-tiempo. Eso, o me habían drogado y todo aquello era una alucinación.

¿Pero uno no siente retortijones cuando alucina, verdad?

Allí estaba yo, embutida de nuevo en mi traje de cubo de Rubik, con mi esfínter apretado, en plena cena esnob en el Capitolio.

—¿Le sirvo un poco de "Esfumate de tomate vaporizado", su excelencia? —improvisé rauda al ver asomar los kilométricos bigotes del Señor Humor—. Tengo entendido que es uno de sus manjares predilectos...

Mientras intentaba colocar, con cierta dignidad, aquel empastre rojo en un plato, le exhibí mi "risa de gaviota borracha" imitando las maneras del resto de los burgueses que pululaban por allí.

—Gracias Tributo, me gustan sus formas y su interés por mis preferencias culinarias. 

Diciendo esto, cogió la comida y se la dio a chupar a los monos pigmeos que campaban a sus anchas por su mostacho. Comprendí que aquellos pobres animales servían para detectar posibles tentativas de envenenamiento. Este hombre no era feliz.

«ESTERNOCLEIDOMASTOIDEO»

Resonó en mi cabeza. ¿Os acordabais de mi don-de-mierda?

Una vez más llegamos a la arena. Le supliqué a mi mentor un segundo traje "cómodo" para ponerme debajo de la atrocidad de disfraz gomaespuma. Le especifiqué:
—Quiero que me vistas de súper heroína, de luchadora, de diosa guerrera... ¿Me captas?
—¿Por quién me tomas? —me contestó él tajante.

¿Cómo me había acabado vistiendo? Pues de reina del carnaval de Brasil versión pálida y entradita en carnes. Toda yo era una feria andante de plumas, cueros y lentejuelas. Lo positivo: cero calor. Además, esta vez, la costura del pantalón no se reventaría; básicamente porque llevaba (incrustado) un tanga de medio milímetro.

Me volví a hacer con mi arma letal: "La escobilla asesina" y mi lidia con los zombis fue similar a la que ya conocéis: ojos podridos, plumas por aquí, "maaaaasa encefaaaaálica", lentejuelas por allá...

A partir de este punto sí que estaba intrigada. ¿Volvería a aparecer en escena el puñetero pato cíborg?

Pues sí, apareció.

Resultó que, ese engendro del Satanás de las aves, era el causante del bucle temporal, y con aquella explosión había conseguido una nueva oportunidad de dominar el mundo.

Le seguí la corriente en todo, cuidándome de disimular que era consciente del reinicio, pero enfoqué todos mis esfuerzos en hacerme con el chip cerebral de dominación de voluntades. Debía reprogramarlo para destruir las malvadas intenciones de Juanito.

Le ayudé a implantarlo con éxito a todo bicho viviente, pero la noche antes de La Gran Activación, me colé en la sala de control.

¡Demonios! ¡Para entrar en el núcleo del sistema hacía falta una contraseña!

Una vez superado el pánico inicial, lo tuve claro. La conocía:

ESTERNOCLEIDOMASTOIDEO

La introduje y convertí el mundo en un paraíso de paz y amor.

¡Ah, bueno! Y extinguí la especie anátida (patos, vamos) del planeta, por el bien de la humanidad.

Los Juegos del Humor [Historia corta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora