32; Leo

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Esᴛᴀ́ sᴏɴᴀɴᴅᴏ Bᴏʏ Eᴘɪᴄ ﹣ Dɪʀᴛʏ Mɪɴᴅ 


Tuve que pensar en otra cosa para no terminar en el momento en el que entré en ella completamente. Le dolía y clavó sus dedos en mi espalda. Nunca lo he hecho con alguien que no lo había hecho nunca. Así que, fui lento. Le pregunté varias veces si quería que parásemos, pero negó con su cabeza. 

Ahora estoy apoyado en el quicio de la puerta mientras la veo dormir. Está amaneciendo y la poca luz que entra por las cristaleras del techo me permiten verla. Su pelo se extiende por la almohada y luce tan relajada... Desearía poder dormir tanto como lo hace ella.

Tengo miedo porque creo que estoy enamorándome. Bambi me gusta, me gusta mucho y siento cosas, muchas cosas que no sé si debo sentir.

Nuestro viaje se acaba dentro de unos días, y si yo consigo entrar en Quántico...

— Deja de mirarme —escucho su voz ronca y la comisura de mi labio se estira en una media sonrisa.

— No te estoy mirando —le respondo y ella gira su cabeza para mirarme.

Alza su mano y palmea el lado vacío de la cama. Me acerco a la cama y me tiendo en ella haciendo que su pequeño cuerpo se arrastre hasta estar cerca del mío.

Nuestras piernas se están rozando y llevo mis dedos a su cabeza para masajear su cuero cabelludo. Bambi tiene aún los ojos cerrados y sonríe un poco.

— ¿Llevas mucho tiempo despierto? —Pregunta.

— No, no mucho. Pensaba prepararte el desayuno, pero no quería despertarte.

Ella abre los ojos y sus mejillas se tornan un poco rojizas, dejándome ver una pequeña sonrisa en sus labios. Tiene un corazón puro que no quiero que nadie rompa; yo tampoco quiero romperlo. Me está dando todas sus jodidas primeras veces y me siento el hombre más afortunado del mundo porque le gusto, porque confía en mí.

— No tienes por qué prepararme el desayuno —dice.

— Pero quiero hacerlo, aunque admito que es más entretenido tenerte rondando por la cocina —cojo un mechón de pelo y lo lío entre mis dedos.

No suelo dormir con chicas, pero no me importó que su pelo diera en mi cara durante la mayor parte de la noche. No me importó que ella se moviera de un lado a otro buscando la postura y que me buscara para sentirme.

Al contrario, me había gustado.

— ¿Cómo has conseguido que nos dejen irnos este fin de semana? La universidad no abre hasta el lunes.

— Porque soy inteligente, nena. También porque tengo mucho poder de convicción.

— Oh... ¿Así me sedujiste?

— No, no —niego con la cabeza—. Yo no te seduje, tú lo hiciste.

Sus miradas, su inocencia, su parte de chica rebelde, su cuerpo, su toque, la forma en la que se muerde el labio o rueda los ojos...

Yo no hice nada, ella lo hizo todo. Me tiene.

— Yo no te seduje. No hice nada.

— ¿No? Estaría loco, entonces —respondo y sus tripas rugen.

— Vamos a desayunar —dice.

Se había disculpado muchas veces el día anterior y había tenido que ir a buscarla al baño porque se llevó media hora dentro después de ducharse.

No me dejó ducharme con ella, y cuando conseguí que abriera la puerta, estaba tan roja que solo pude sonreír.

"Las primeras veces son difíciles, no tienes por qué preocuparte, tenemos todo el tiempo del mundo" le había dicho.

[Saga West] RAMÉ #1 [YA EN AMAZON] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora