Capítulo 3

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No puedo evitar ponerme nerviosa. Estoy agarrando el pomo de la puerta con demasiada fuerza, para no intentar caerme. Mi respiración es descontrolada y estoy segura de que puede escuchar el desbocado latido de mi corazón. La nuca me suda y mis mejillas están sonrosadas, siento que mi cara está ardiendo. No me puedo mover, es como si fuera una estatua de piedra. Mi mirada está centrada en su abrigo negro. No soy capaz de enfrentarme a sus enigmáticos ojos azules. Estoy muy avergonzada. Quiero esconderme en alguna parte, pero mis pies no reaccionan a mis instrucciones. Subo lentamente la mirada y después de mantenerme más tiempo del debido observando sus preciosos labios, por fin decido mirarlo a los ojos. Error. Tengo delante de mí a un dios griego, y por la sonrisa que acaba de florecer de su boca, sé que se está riendo de mí.

«¿ Por qué me hace esto? »

Tengo ganas de meterme en cama y llorar hasta quedarme dormida, pero tengo que enfrentarme a esta situación de una vez por todas. Cuanto antes averigue a que ha venido, antes se irá y me dejará tranquila.

— Ja... James, ¿ qué has ve...? — no puedo ni siquiera hablar. Las palabras me salen entrecortadas.

Bajo la vista hasta mis pies descalzos y observo mis uñas pintadas de negro, como si fueran la cosa más interesante del mundo. Siento su estrepitosa risa. Me rompe el corazón que se burle de mí. El primer día se comportó como un perfecto caballero, para después arrebatármelo todo, comportándose como un verdadero cretino. Una lágrima se desliza por mi mejilla, y rápidamente me la limpio con la mano. Si quería que se fuera pronto tendría que hablar con más confianza. No iba dejar que ese imbécil se riera de mí. Levanté la barbilla y lo miré directamente a los ojos. A esos ojos que escondían tantos secretos. Me podría pasar horas observándolos y no me cansaría jamás.

Me recosté en la puerta y por fin las palabras salieron decididas de mi boca.

—James, ¿qué has venido hacer a mi casa? —dije desafiándolo con la mirada.

—¿Es así como recibes a todos tus invitados? No me extraña que sigas soltera. — dice con ese aire suyo de superioridad.

«No dejes que sus palabras te afecten.» Me repito este mantra un par de veces antes de responderle. Si quería jugar, a este juego podían jugar dos.

—Solo a los que no me caen bien y tú formas parte de esa lista. Por cierto, que esté soltera no quiere decir que no me acueste con un montón de tíos diferentes cada noche—digo guiñándole un ojo.

Vale. Puede que eso no fuera verdad, pero él no tiene porqué enterarse. Lo que sí está claro es que él se habrá acostado con miles de tías. Seguro que todas las mujeres se giraban por la calle cuando lo veían y desearían hacer cualquier cosa por llamar su atención, para que les dedicara aunque solo fueran cinco minutos.

Se me queda mirando atentamente y se acerca lentamente hacia mí. Su cara está a cinco centímetros de la mía y creo que ya estoy hiperventilando. Tener a hombres cerca de mí me ponía nerviosa, y si el hombre es James, todo se multiplicaba por mil. Su boca se entreabre y se dirige a mi oreja derecha. Siento su cálido aliento y mis bragas se mojan al instante. Estoy perdida. Me gusta demasiado.

—Cariño, buen intento, pero eso no se lo cree nadie. No eres como como Lydia— Dicho eso se adentra en mi casa y me deja plantada en la puerta.

«¿Por qué coño tiene esa costumbre de dejarme sola?»

«¿Quién se cree qué es para entrar con esas confianzas sin pedir permiso? »

Estoy tan enfadada por lo que ha dicho que cierro la puerta de golpe, y el ruido que hace esta me estremece. Camino hacia el salón ya que es el lugar que está más cerca de la entrada. Espero que no se le haya ocurrido ir a mi dormitorio.

Llego al umbral del salón y lo encuentro sentado en el sofá observando uno de mis libros. Trato de recordar de que libro se trata, pero no es muy difícil de adivinar la respuesta.

«¿Por qué tendré libros eróticos por todas partes en casa?»

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Siempre respondo 🖤

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