La comida

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Una vez más, veo que mi madre había subido a su red social la fotografía de una deliciosa lasagna italiana que había preparado.

Le dije que porqué no me dio, pero ya me lo esperaba, no respondió.

Es obvio, que los que no saben qué responder, prefieren estar callados, o sino, decir cualquier tontería.

Efectivamente, mi madre de seguro habría comido con su nueva familia, y no me habría llamado a mí.

Lo cómico era, que cuando el esposo se iba de viaje, me buscaba porque temía dormir sola.

El abuso a menores existe, y no solo es mediante violación, también es mediante las actitudes.

Yo hace tiempo que estaba rota, pero sé que las cosas no iban a cambiar por estar así.

No sirve de nada que le digas a la gente, no sirve de nada llorar, no sirve de nada escabullirte.

Estás rota, y eso no cambia.

Lo que me hacía feliz, era que en un par de días era el cumpleaños de mi hermano, aunque no del todo, porque estaría la familia de mi padrastro, más que mi propia familia.

Tal como sucedió el año pasado, mi abuela no asistió, no soporta ver al padre de mi hermano.

La situación va más allá de algo leve, él ha sido malo, tiempo atrás, le encontré ciertos morados en los brazos de mi madre, lo amenacé y le dije que si veía eso de nuevo llamaría a la policía.

Tantas veces intenté que se separaran, hasta que me rendí.

Fue infiel, por supuesto, porque en esta sociedad eso se había vuelto común.

No entiendo.

Le llaman relación seria, pero no les gusta la seriedad.

Les llaman matrimonio, pero no les gusta la responsabilidad.

Les llaman fieles, pero a la vuelta de la esquina andan con una y otra.

Así de irónico, pero era mi madre, si no sufriera, eso fuera anormal. Significaría que no me importa.

Pero ya estoy tratando de practicar la técnica de hielo, viendo si mi corazón se hace como piedra para no amarla, pero todas las mañanas me lleva al instituto y se me hace complicado.

Por un lado, ya no uso el anillo de graduación que me dio, ni su objeto de dos delfines que supuestamente(o en ese tiempo), eramos ella y yo, inseparables, nadando como delfines, hacia un mar que hoy está sucio.

Más allá de tíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora