La niña lo miró con sorpresa y admiración para luego sonreír. Se apegó a él y recostó la cabeza en su regazo. Él se mantuvo acariciando su cabello un rato más hasta que ella se durmió, pero aún no lo haría él.

-Sé que estás ahí, Dalai KongShun...- dijo el muchacho con seguridad.

-A pesar de no ver, eres muy observador, Maestro ChaoHeng...- la figura de un joven de ropajes verdosos se hizo ver.

-Habla bajo, A-Guang duerme. Y dime qué se te ofrece con prisas, también debo descansar.- a pesar del respeto en sus palabras, su tono daba a entender la incomodidad que sentía por la presencia del contrario.

-Oh, no. No me tome a mal, Maestro. Solo vine para informarle que tenga cuidado cuando vaya a la Torre, es posible que ciertos eventos desagradables se desencadenen allí.

-De eso estoy enterado, Dalai KongShun. Tu presencia aquí es inútil.

-No creo que sea así si le digo que esos acontecimientos se van a desencadenar... mañana mismo...

-¿Qué...? ¿A qué te refieres...?- tras su pregunta, solo escuchó unas risas alejarse junto al sonido de los arbustos.

(...)

Xen ShenTai hacía tiempo que no se sentía tan descansado al amanecer. Bostezó y estiró sus brazos y piernas con gran placer. Casi se había olvidado de dónde estaba cuando su mano chocó contra el cuerpo atado de Meng HuanYue. Ahí se había quedado toda la noche, sin moverse, bueno, no es que pudiera por como lo había atado, pero tampoco sin queja alguna.

-¿Meng HuanYue?- habló en susurros, pues no sabía si estaba despierto, solo escuchaba un leve sonido bajo el cojín.

Como no obtuvo respuesta, retiró el cojín para escuchar mejor, solo para ser recibido con las palabras de su sirviente.

-Buenos días, majestad. No sabía que fueras de estos gustos. Es un poco incómodo en la pose, pero puedo soportarlo si quieres.

-Tú...- por un momento había estado preocupado, pero al ver que el más joven solo seguía con sus bromas, tenía ganas de dejarlo atado, pero de por vida.

-No comiences con los regaños, que no tengo ni idea de por qué me ataste. Y aunque quisiera, ni moverme, ni quejarme me dejaste, así que ahora, te aguantas lo que te diga.

-¿Le estás hablando así a tu emperador? ¡Qué descaro de tu parte, Meng HuanYue!

-No, no le estoy hablando a mi emperador. Le estoy hablando al loco que lo poseyó en la noche y me dejó atado inmóvil y con la cara cubierta. Como sea que lo vea, fue un castigo innecesario, no he hecho nada para ganarme semejante trato.

-Pues yo sí que te tengo una buena justificación para ello.

-¿Ah, sí? ¿Cuál? Quiero una que me convenza.

-Tus ronquidos suenan más que mil cigarras en plena temporada. Es imposible dormir contigo al lado. Y te mueves mucho también. No estás quieto ni por dos minutos. No hay quien pueda sobrevivir una noche contigo.

-Uh, sin embargo, tú ya has pasado dos, majestad.- intervino con una voz insinuante.

(...)

-Buenos días, Joven Maestro Hao ZhiNuan.

-Joven sirviente, ¿qué le ha ocurrido en la cara?

-Yo lo he disciplinado. Me vi en lo obligación al notar que se comportaba de manera inapropiada.- intervino el emperador callando cualquier palabra de Meng HuanYue.

Este recordaba los últimos momentos en la tienda, cuando, por estar atado, Xen ShenTai lo logró ubicar aun con mayor facilidad y darle una buena bofetada. ¿Ya iba la segunda? No le importaba mucho, había recibido castigos peores, y las sedosas y suaves manos del emperador no estaban hechas para golpear sirvientes. Así las notó él, las creyó las más adecuadas para vestir seda o tocar guqin, no para golpear.

Los ojos del emperador Kde žijí příběhy. Začni objevovat