Capítulo Dieciocho: Cicatrices

Start from the beginning
                                    

Ella me miró callada y asintió quitándose la sudadera que traía puesta. Yo desvié mi mirada, no deseaba verla así, no quería que me manipulara.

—Querías saberlo todo, pues mírame.

—Emily vístete.

—¡Que me mires!

Yo la miré y noté que su torso desnudo tenía muchas marcas. Quizá más de las que yo podía contar con todos mis dedos juntos.
Algunas eran circulares, otras eran como finas líneas blancas en su piel y muchas otras podía jurar que las llevó abiertas por mucho tiempo hasta que terminaron por tornarse en una gran mancha violeta que no se quitaba jamás.

—Yo no fui criada en una casa con un muro, yo ni siquiera tenía una casa cuando nací y tuve que valerme de mí misma para sobrevivir —espetó—, y sí, yo soy una asesina como todos te dicen y juran porque yo misma fui quien asesinó a mi propio padre.

Yo la miré sorprendido y ella negó.

—A mí me violaba cada noche desde que tuve diez años —negó llorando—, cada día era peor que el anterior. A veces estaba tan ebrio que me lastimaba demasiado, pero nunca le importó y me dejaba sangrando en la alfombra de la sala, o en la mesa de la cocina o en dónde él me dejaba cuando terminaba de abusar de mí.

Yo tragué en seco y traté de decir algo, pero al verla llorar yo ni siquiera pude acercarme. No me movía.

—Un día me cansé y sí, lo asesiné cuando trató de violarme en mi cumpleaños número trece —negó—, maté al hombre que me dio la vida pero qué crees, eso no es por lo que me llaman asesina.

—Emily...

—Ni siquiera me llamo así, Noah.

Yo la miré limpiar sus mejillas con tanta fuerza que pude ver lo rojas que se pusieron sus mejillas.

—Me llamaba Jane, Jane Green —susurró—, pero al juez le pareció justo que, al ser en defensa propia, me pusieran en servicios infantiles con un nuevo nombre para que nadie supiera lo que había hecho. Así sería más sencillo que adoptaran a una bastarda como yo.

—Yo no sabía.

—Por supuesto que no, porque no tuviste ni tantito tacto para hacer que te contara las cosas, Noah —negó—, yo al menos dejé que me contaras las cosas cuando querías y lo que pudieras decirme. Siempre esperé a que pudieras decirme la verdad por tu cuenta y nunca creí lo que los demás decían, jamás.

—Nadie me conoce, Emily —. Negué.

—Pero eso no detuvo a John para hacerme saber que tú quizás solo querías de mí lo mismo que todos, que podías ser un convicto escapando y diciendo mentiras solo para tenerme contigo —murmuró—, ni siquiera cuando asesiné a Vlad por ti. Nunca me arrepentí de creerte. Y sí, admito que por miedo a lo que podías hacerme te traté muy mal, pero no era porque no te quisiera o confiara en ti, sino porque como todo el tiempo, yo tengo miedo a todo aquel que se me acerca porque siempre me termina lastimando.

Yo me quedé callado escuchándola y al tratar de hablar, ella siguió.

—No importa, encontré a John y terminé metida en las drogas, ni siquiera recuerdo lo que fue de mí por un mes porque hasta donde yo sé, estaba tan metida en la porquería que vendía John que terminé perdiéndome a mí misma —espetó y cubrió su rostro con las manos—, perdí a John, perdí mi dignidad y hasta perdí a mi propio hijo.

—Por Dios... —. Susurré atónito.

—Así que sí —me miró y negó con la cabeza—, soy una asesina porque no me importó que estuviera embarazada y perdí a mi bebé cuando me drogaba. Lo sé porque Blake me encontró justo cuando caí en el hospital y él mismo se hizo cargo de mí cuando John desapareció por meses porque la policía lo buscaba. No le importó, solo me dejó a mí sola con mi hijo y con una adicción que me costó la vida de lo único que me podía amar de verdad.

El Ascenso De Un Alfa ©Where stories live. Discover now