XXXI. ☆ Los celos y las mentiras ☆

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Marco se tomaba completamente en serio mi regla de "nadie puede saber que tengo algo con alguien" y era una persona totalmente diferente conmigo mientras estuviéramos en Midwest

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Marco se tomaba completamente en serio mi regla de "nadie puede saber que tengo algo con alguien" y era una persona totalmente diferente conmigo mientras estuviéramos en Midwest. Seguía dándome mis malvaviscos de estrella, pero la formalidad amistosa con que me trataba era muy esmerada; nunca hablaba de nada inapropiado, se dirigía a mí igual a como lo hacía con Beth, si Gris estaba por ahí prefería estar con ella como buen mejor amigo que era... casi llegaba a ser divertido, al menos a mis ojos que sabían nuestra verdadera posición y a los de Beth que estaba al tanto.

Con mi buen oído lograba interceptar los posibles rumores que surgieran y los apagaba tan pronto como se encendían; era una ventaja poder hacerlo, y algo que obviamente preferí no contarle a Marco.

El miércoles de esa semana Marco tenía programado un partido y fui a apoyarlo, aunque sin poner de mis ayudas mágicas; desde la primera vez en que lo hice me quedó claro que, de un modo u otro, Marco perdería.

Cuando entré en el gimnasio vi en uno de los extremos a Helena sola, claramente viendo a Marco. Me senté en el extremo opuesto y estuve más pendiente de ella que de él; me daba cuenta de cómo lo seguía con la mirada y de cómo sonreía cada vez que sus ojos coincidían. No me gustaba que su bonito rostro lo estuviera mirando tanto.

Marco me había notado entrando y cuando el partido finalizó, vi cómo observó ambos extremos, más específicamente a Helena y a mí, y se debatía entre a qué lado debía dirigirse pues era evidente que ambas estábamos ahí por él. Lo vi tan indeciso que me fastidió que tuviera que decidir así que nada más pasar un minuto, di un resoplido y me levanté para irme, hecha un manojo de rabia adolescente infundamentada, es decir, de celos.

Antes de cruzar la puerta del gimnasio vi por el rabillo del ojo que Marco caminaba hacia Helena y eso me hizo hervir más la sangre. Seguí caminando con el ceño fruncido y a paso rápido, levantando un par de miradas en los pasillos, esperando que mis pisadas no fueran tan pesadas como las sentía; a los pocos minutos escuché a Marco trotando tras de mí.

—¡Karma! —Al ver que no me detenía, Marco apuró el paso para quedar frente a mí, bloqueándome—. No te enojes.

—No estoy enojada.

—No debes estarlo.

—Si asumes que puedo estar enojada es porque sabes que haces algo que me enoja.

Marco arrugó la frente, quizás buscándole sentido a mi enredo de palabras; ni yo las entendí muy bien recién decirlas y sin duda no comprendía de dónde me salía esa necesidad infantil de discutir.

—Helena solo es una amiga —defendió, como si leyera mis pensamientos y el motivo de mi austeridad—. No quería ser grosero con ella.

—Una amiga con la que tuviste una cita.

—Solo fuimos a cine, te dije que nada más había pasado.

—Bueno, tú mismo lo dijiste, "así empieza todo: con una cita incierta" —resoplé.

Karma de Estrellas  •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora