2.- ¡Ew, quita!

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—¡Ginger, tienes veinte minutos para levantarte! —gritó mamá desde la cocina, yo bufé y me acurruqué en las sabanas arrugando la nariz.

Mi madre tenía una voz potente.

¿Y que por qué mi madre interrumpe mi sueño de belleza?

Dos palabras que podían aclarar muchas cosas y oscurecerlas aún más si las pensabas mucho.

La escuela.

Mis vacaciones se habían ido en un suspiro, mientras mi mejor amiga lo pasaba genial en Hawai, yo había tenido que acompañar a mi abuela a sus torneos de bingo junto a sus viejas amigas –recalquese viejas en la oración- en el que había perdido veinte dolares ante una anciana timadora.

También había ido a un concurso de tejido, mi abuela se había organizado para hacerme sufrir en vacaciones.

Pero no todo era malo, fui a un par de fiestas, tengo buenos compañeros.

Aunque claro, Theo Collins estaba ahí para arruinarlo.

Aunque no vale la pena mencionar a alguien con dos neuronas y solo una en funcionamiento óptimo.

Y eso.

—¡Diez minutos, Ginger! ¡No me hagas subir las escaleras porque vas a terminar con el colchón en el jardín! —abrí los ojos de golpe y me levante como si mi vida se fuese en ello.

Mi madre era un hueso duro de roer.

—¡Y no me hagas muecas que te conozco, pecosa! —gritó haciendo que vuelva a mi cara inicial, alargando un poco el labio superior hacia abajo mientras ocultaba una risilla.

Entonces el día empezó. Una ducha, un desayuno a medio comer, y yo corriendo al autobús para no perderlo.

¿De qué servía tener una mejor amiga con auto si no podía llevarte a la escuela?

Pero claro que ella vivía lejos, y no pasaba cerca cuando iba de camino.

Caminé por el pasillo del bus más tranquila en cuanto estuve ahí.

Contigo no me siento.

A ti no te conozco.

No eres bienvenido en mi vida.

Tú me perturbas.

Tu voz me aturde.

Bien... sí, ese asiento es perfecto.

«Porque no hay nadie más» ¿No?

¡Cállate Ginger interna!

Entonces me senté acomodando mi mochila en mis piernas.

El día era cálido y había un poco de viento, y es que así se ponía en los meses de Abril.

Y hablando de Abril...

Abrí el libro dónde me había quedado y busqué entre la página la última frase que leí. Reí al leer sus graciosos momentos de "estoy enojada y te insulto en Italiano".

«Desearía aprender Italiano» pensé. ¡Sería fantástico!

—¡Buen día queridos compañeros! —alzó la voz mientras subía al bus.

Cerré los ojos por un segundo en cuanto le oí.

¿No le bastaba tener un auto genial? ¿Por qué tenía que subir al bus escolar?

—¡Hola Huffy! —sonrió sentándose a mi lado, por supuesto no contesté, luego de mirarle de lado, seguí leyendo— ¿cómo estás? Hace un poco de frío, ¿verdad?

GingerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora