7.

135K 16.9K 13.7K
                                    

JACE

Llegamos hasta el patio y nos sentamos en unas sillas que están junto a la alberca. Aquí no hay gente. Ken nos ha permitido salir a nosotros, ya que aquí están las flores de su madre y si alguien las estropea, podría meterse en problemas.

—¿Mejor? —pregunto con preocupación. Si ella está a gusto, yo soy feliz. Sé que insistí en traerla a un ambiente que evidentemente no es el suyo, pero aun así vino. Mi único objetivo es hacerla sentir cómoda y feliz. Es una de mis cualidades: me gusta que la gente se sienta cómoda y siempre me esfuerzo por hacer sus días un poco mejores.

—Sí, gracias —murmura jugando con sus dedos y mirando al frente.

¿Estará nerviosa porque estoy aquí? ¿Le incomoda mi presencia?

—¿Quieres que me vaya?

Lo último que quiero hacer es incomodarla y, si para no hacerlo me tengo que ir y desaparecer, lo haré.

—No, no te vayas, por favor —suplica mirándome a los ojos por primera vez desde que estamos aquí.

Sus ojos brillan más por la luz de la luna, se ven simplemente hermosos, tan lindos que son capaces de hipnotizar a cualquiera. Me siento muy afortunado de poder mirar esos ojos hermosos. Si por mí fuera, los miraría hasta quedar en shock.

—Entonces te haré compañía. —Me recuesto en la silla y recargo mi cabeza en mis manos.

—Creo que no ha sido muy buena idea venir. En realidad, estaba muy indecisa con la fiesta. Cuando venía para acá, he estado a punto de volverme a mi casa y encerrarme en mi habitación para escuchar música y pensar en los miles de cosas que he dejado de hacer durante todos estos años. Sin embargo, mi papá me ha ayudado y me ha animado, y su esposa también, y ya estoy aquí, pero me quiero ir ya porque te estoy arruinando

Me giro para mirarla. Tiene una expresión angustiada, tal vez siente que me está arruinando la noche, o qué sé yo. Pero es todo lo contrario.

—¿De qué hablas? Me estás haciendo compañía, es agradable tener a alguien con quien pasar un rato tranquilo.

Sonríe un poco y luego se mira las manos, como dudando de algo.

—Llamaré a mi papá para que venga a por mí. No me siento muy cómoda, pero gracias por tratar de hacerme sentir bien.

No

Esa simple frase me ha desanimado, pero inmediatamente se me ocurre algo.

—Yo te llevo. Si quieres, claro. —Me siento de inmediato en la silla y la miro con la esperanza de que diga que sí.

— ¿Harías eso? —pregunta mirándome con ¿vergüenza?

Yo podría manejar, si ella me lo pide, incluso a las tres de la madrugada, a donde sea, por el motivo que sea.

—Claro. —Le sonrío. Me levanto y le tiendo la mano; ella la toma y la suelta de inmediato.

Mentiría si dijera que no me ha dolido, pero entiendo que aún no tiene confianza conmigo, no la suficiente. Eso podría tardar en darse meses, o días, nunca se sabe.

Entramos a la casa y esquivamos a toda la gente hasta llegar a la puerta principal. Hay demasiadas personas ahí dentro y solo puedo pensar en el desastre que tendremos que limpiar nosotros después. Al llegar al auto, me apresuro a abrir su puerta de copiloto y ella me sonríe. Mi corazón parece que va a salirse de su lugar. Esto es demasiado, pero nunca lo cambiaría por nada, de verdad.

—Puedes colocar la dirección en el GPS. —Señalo la pantalla.

Ella se acerca y comienza a teclear la calle.

Hasta el último de mis días. [EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora