3. 𝐔𝐧𝐚 𝐉𝐨𝐯𝐞𝐧

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Así como el día anterior; en cuanto me desperté tomé un baño y me arreglé, esta vez más calmada, pedí el desayuno a la habitación y mientras comía leía aquel libro que había adquirido, la verdad es que no tenía planes, y la salida con Alan había sido pospuesta hasta que el terminara con sus pendientes; no me molestó en lo absoluto, pero la verdad... Es que tengo el tiempo contado, comenzaba a sumergirme en mis pensamientos pero luego llamaron a mi puerta; dejé lo que estaba haciendo y me dirigí hacia ella, al abrir me di cuenta que era una de las mozas del hotel.

- Buenos días señorita Hamilton - saludó educadamente.

- Buenos días para usted también - respondí de igual manera.

- Recién acaba de llegar esta carta para usted - extendió su mano mostrándome la carta de la que no me había percatado en un inicio.

- Gracias - mencioné mientras la tomaba.

- No hay de que - la mujer asintió y se retiró.

Cerré la puerta para quedarme recargada sobre ella, miré del otro lado de la carta para ver quien era el remitente, claro, era McMichael, que conveniente. Abrí la carta cuidadosamente para no dañarla.

Estimada Hamilton

Estuve ordenando varias cosas aquí en el consultorio durante la tarde de ayer y parte de esta mañana, talvez inicie con las consultas antes de lo pensado; además está de suerte, estaré libre en un par de horas más, para ser exactos al medio día, pasaré por usted en cuanto termine.

Alan McMichael

Si, tengo suerte, doblé aquella carta regresándola casi a su estado original para ponerla sobre la mesa en la que antes me encontraba leyendo, retomé mi lugar en la silla y continué con mi desayuno, pero esta vez sin distracciones.

Una vez terminé, me dirigí hacia el tocador, faltaban al menos quince minutos para que fueran las doce de la tarde. Con las manos algo temblorosas e inseguras toqué delicadamente mi peinado, para después buscar con mis dedos los pasadores que portaba en mi cabello, quitando uno a la vez varios mechones castaños caían sobre mis hombros, uno a uno eran colocados en el tocador; una vez que mi cabello quedó completamente suelto mis ojos observaron con atención a mi reflejo... mi cabello quedaba más abajo que mis hombros pero no llegaba a mis codos, estaba en un punto medio, no era tan largo a como se usaba en esa época. Miré mi cara, lucía joven, si, ridículamente joven desde mi punto de vista, al menos nadie había mencionado nada. Miré mi reflejo nuevamente esta vez observando mi atuendo, portaba una de mis batas para dormir, aún quedaba tiempo para un cambio, fuí hasta mi maletero para sacar uno de los vestidos casuales que traía, obviamente también contaba con vestidos elegantes pero no para esta ocasión; me decidí por uno coral oscuro, muy oscuro, si no hubiese sabido el color podría decir que estaba entre el marrón y el vino, me lo puse sin perder el tiempo para después recoger una vez más mi cabello, pero esta vez sería un peinado sencillo, un molote con un par de detalles.

Una vez que terminé me senté sobre la cama, faltaba poco para que fueran las doce, buscaba algo en que entretenerme, no quería solo mirar a la nada mientras mi cabeza divagaba, así que opté por organizar mis cosas; separé mis vestidos de noche de mis camisones y vestidos de día, pero el sonido de algo cayendo al suelo hizo que me distrajera, giré mi cabeza en dirección al objeto, era una de mis cajitas de terciopelo, había olvidado que las traía conmigo; la guardé y me cercioré de que su contenido siguiera dentro, de igual forma guardé el libro, talvez no traía varias cosas, pero, las olvidaba fácilmente, es imposible para mi no tener la mente ocupada en algo. En eso llamaron a la puerta, me reincorporé y fuí directo hacia la salida, al abrir me encontré con Alan, valla que era puntual.

𝐈𝐥𝐮𝐬𝐢𝐨́𝐧 𝐄𝐬𝐜𝐚𝐫𝐥𝐚𝐭𝐚Where stories live. Discover now