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Es el día siguiente, Louis acaba de acompañar a Liam hasta su automóvil cuando vuelve a ver a su vecino. Acomoda su fleco y se pone algo de bálsamo labial para después pararse frente al hombre alto y sonreír. —Hola, vecino.— Ellos están afuera del edificio, justo frente a la puerta principal. El viento gélido sopla a través de las delgadas prendas de Louis, el castaño siente la humedad de la nieve en la planta de sus pies.

El hombre se detiene, echándole un vistazo a los pies de Louis que solo están cubiertos por unos calcetines. —No.

—¡Sí!— Louis mueve los deditos de sus pies, agradeciéndose a sí mismo por colgar muérdagos por casi todo el edificio. —¿Cómo estuvo tu día?

Cuando el hombre levanta la mirada, Louis jadea. El rizado tiene un espantoso moretón de color púrpura verdoso debajo de su ojo izquierdo, y su labio está inflamado y roto. Louis mira sus manos, percatándose de las heridas que hay en sus nudillos. Él todavía está usando esos anillos brillantes y voluminosos.

—¿Qué le pasó a tu cara?— Louis inmediatamente se corrige a sí mismo. —No quería decirlo de esa forma.— Pasa saliva con dificultad. —¿Por qué tu cara luce así?— Louis impacta su pie contra el piso. —¡No! ¡Tampoco quería que sonara de esa manera!

La mandíbula de Louis cae hasta el suelo de la impresión cuando los labios del hombre forman una diminuta sonrisa, apenas es visible y puede ser que el nivel de vergüenza que está sintiendo Louis sea la causa de que vea esa ilusión. Su vecino nunca sonríe.

—Debería de descolgar todos estos muérdagos y quemarlos.— Su vecino frunce su nariz al escuchar el sonido de descontento de Louis.

—No sabes lo difícil que es colgar treinta muérdagos cuando tienes mi estatura.— Louis hace un puchero.

El hombre se estira y sin esfuerzo alguno toma un muérdago que estaba pegado con cinta adhesiva. Lo ondea frente al rostro perplejo de Louis. —Ahora son veintinueve.

—Regrésamelo.— Louis brinca pero el hombre es demasiado alto y lo está sosteniendo sobre su propia cabeza rizada además él es demasiado bajito como para alcanzarlo. —Tengo que colgarlo de nuevo.

—No. No tendrás éste de vuelta.— Su vecino ignora los brinquitos que está dando el pequeño chico para recuperar el muérdago.

—¡Ugh! ¡Si no fueras tan lindo, estaría tan furioso!— Louis se rinde, plantando sus pies cubiertos con calcetines húmedos sobre el pavimento y soltando un sonoro bostezo. Es demasiado temprano y todo Nueva York sigue durmiendo. El sol apenas se asoma detrás de los edificios de la ciudad.

—Luces cansado.— El hombre se acerca y Louis sisea cuando obtiene una mejor vista del moretón en su cara. Se ve demasiado doloroso. —Tus ojos parecen bastones de caramelo.

Louis hace una mueca, sus labios están formando una "o". —¿Disculpa?

—Rojo y blanco.— El hombre dice, parpadeando mientras Louis se fija en el corte que tiene su labio. —Tus escleras están un poco rojas. Tus ojos son bastones de caramelo.

Louis se deshace de su timidez y presiona un delicado beso en los labios del hombre. Su vecino no está ni un poco sorprendido considerando que él fue quien se inclinó más cerca y es quien está sosteniendo el muérdago por encima de sus cabezas.

—Me puse un bálsamo labial con temática navideña.— Louis murmura cuando su vecino se lame los labios. —Soy demasiado festivo.

—Menta.— El hombre vuelve a lamer sus labios, tratando de probar más el sabor de Louis. —Menta, así te llamaré desde ahora. Demasiado fresco y dulce.

Candy Cane Eyes; larry stylinson [boxeador!harry] [traducción]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora