Una oración, solo fue una oración.

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Esta historia empezó un jueves de abril, en una capilla que llamaron "El lugar Santísimo" recién construida al lado del templo, ahí se alberga en medio de dos imágenes de ángeles que unían sus alas al centro una caja recubierta de oro que contenían las especies de Pan y Vino consagradas, el sacerdote solía referirse a esa caja como "el arca de la nueva alianza", desde ahí, decía, Dios mismo escucha las oraciones que le hacemos.

Ese día el Santísimo desde su custodia atendía la súplicas que Xochilt hacía de rodillas, humillada completamente, necesitada de Dios y de todo lo que él significa, su corazón se descubría sola nuevamente.

- ¿Por qué estoy  tan sola? nadie logra amarme, nadie ve en mí a una chica de verdad ¿Qué malo tengo en mí que nadie me quiere mas que como su amiga, o aquella que puede ayudarle a ligar con alguien mas? Me encuentro muy sola, sé que esto es absurdo, seguramente las demás personas a mi alrededor estan pidiendo por algo mas importante, pero, quiero saberlo ¿será que no nací para amar? – sus manos se humedecían de las lágrimas que caían una tras otra, un llorar, un desear la vida o desear la muerte que mutilaba la esperanza.

- ¿Es eso? – preguntaba a Dios, cuestionando sus planes para su vida - ¿quieres que sea religiosa? ¿Que me decida a olvidar que soy mujer y pensar en mí como incienso consagrado que se quema exclusivamente para ti? ¿Eso explica el porqué siempre permites que mi corazón se rompa una y otra ves?, cual papel húmedo me desbaratan en mil pedazos y tú te quedas de brazos cruzados desde tu altar celestial.

Y cesaron sus lamentaciones, se quedó en silencio mientras el llanto se soltó como un torrente caudaloso erosionando sus mejillas, lloró ocultando su rostro para evitar que la súplica se escuchara por los demás que se encontraban rezando a su lado.

No lo consiguió.

- Yo creo en ti, solo te pido que me ayudes, si existe alguien para mí, alguien a quien pueda amar, por favor, envíalo pronto. – concluyó su oración.

Terminando de santiguarse escuchó una voz

- Te sucede algo – sonaba a un joven, ella negó con su cabeza sin abrir los ojos, un  perfume como a madera de pino con sutiles toques frutales se despedía de él.

- No lo creo – dijo – si me permites oraré por ti 

Ella no respondió, no necesitaba la oración de alguien más, era su tiempo a solas con Dios, o quizás consigo misma. Este altar ha escuchado en el silencio cada necesidad que le ha afectado desde que tiene memoria, antes cuando estaba en el templo mayor le daba más vergüenza hacer esto, pero en este lugar más privado, mas a  solas el desahogarse ante Dios que calla sin más es su mejor forma de sacar el nudo  que crecía en su garganta.

No necesitaba su oración, más sin percatarse cómo, él ya había puesto sus manos sobre su cabeza.

Un "carismático" pensó a sí misma.

Empezó a orar, no consiguió abrir los ojos, "que haga su oración y seguiré en lo mío" pensó, más su tocar cálido le reconforto al instante, era como una energía que salían  de sus manos que empezó a calmar cada angustia que albergaba. Sus palabras reconfortantes se oían con tanta claridad, era una oración serena pero firme hasta que en esa misma postura  el desconocido empezó a decirle:

- La voluntad de Dios es buena, es agradable, es perfecta, no temas nada, absolutamente nada, debes depositarte en su regazo y sentirás su amor, muchas personas pasan sus días buscando amor, pero no dejan que sea el amor quien las encuentre, ten calma, Dios en ti demostrará que el amor perfecto existe, recuerda, ahora prevalecen la fe, la esperanza y el Amor, pero el mayor de ellos es el Amor.

Y retiró poco a poco sus manos, mientras caía en sí misma, "una respuesta" pensó, Dios me había escuchado, ese ser mudo había hablado a través de...

Y abrió sus ojos, ya no estaba, solo aquel perfume maderoso quedaba como prueba de que aquí estuvo ese joven.

Se sentó extrañada en la banca observando con cautela de un lugar a otro, unas señoras rezando un rosario eran las únicas que la acompañaban.

Sacó del bolso un espejo, vio cómo el maquillaje se había corrido por las lágrimas, con un pañuelo se limpió las mejillas y sus ojos que ya se estaban desfigurando por  las ojeras que aparecen cada vez que llora.

Arregló su falda de manta y se acercó con cautela a una de las señoras cerca.

"Muchas veces creo que es más seguro molestar a un pitbul que a una de estas beatas cuando rezan" pensó, pero se atrevió a interrumpirle tocando levemente su hombro.

- Disculpe Doña Juliana, Doñita, disculpe – de respuesta solo hubo un gesto grosero pidiendo que callara, "sí, su rostro era como el de un bravo can amarrado en su perrera... pero que grosería decir eso, aunque es cierto".

Resopló fuerte recostandose en la banca, preguntando sobre la identidad de aquel que llegó a hacer oración por ella.

Doña Juliana se volteó, "me escuchará" pensó.

- Solo quería preguntarle... - de nuevo el gesto tosco con su boca, al momento de darle un rosario, le hizo seña que rezara y que después hablarían.

- Segundo misterio... - "esto va para largo".

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