26. Carpe Noctem

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Cuando Damasco abrió la puerta, su cabeza y su cara estaban parcialmente cubiertas por el gorro deslavado de una sudadera vieja con el logo de Marvel Comics, varias tallas más grandes a la suya. En una de las mangas se extendían dos manchas de cloro irregulares que habían convertido el color oscuro de la prenda en un rojo óxido y estaba deshilachada por los bordes y las esquinas, al igual que sus jeans.

De su cara solo pude ver sus ojos, un par de soles apagados con marcas evidentes de desvelo en los párpados y en la piel contigua a las hileras de espesas pestañas negras que los enmarcaban. Su mirada se parecía a un agujero, aunque sí ponías la suficiente atención al fondo de este se alcanzaba a percibir el pulso débil de un enojo reprimido en forma de un león enjaulado, listo para acabarse el resto de sus años de vida, sirviendo a un circo al que odiaba.

Su ojo derecho tenía un pequeño derrame, con la apariencia de una ramita rojo carmín que se bifurcaba antes de llegar al iris. Como si fueran un par de pequeños brazos extendidos implorando compasión antes de calcinarse bajo el fuego ardiente de un eclipse solar.

Del resto de su cara no pude ver nada.

Me observó de arriba a abajo con detenimiento, como buscando una explicación a por qué me tenía ahí frente a su puerta, invadiendo su privacidad, luego se cruzó de brazos incomodo y suspiró con pesadez, esperando a que dijera lo que fuera que le iba a decir para que cada uno pudiésemos continuar como los desafortunados protagonistas de nuestro propio día de mierda.

Me lamí los labios y aclaré mi garganta.

"Ayer por la noche encontré un labrador color chocolate muy lastimado, afuera de la finca" —tan pronto como procesó mis palabras, noté su mirada endurecerse mientras sus músculos se tensaban bajo su ropa —"Pero lo ayudé y ahora está bien" —le aseguré al notar su reacción—"En este momento lo están tratando en la veterinaria del doctor Vargas"

"Rufián" —dijo clavando sus inmensos ojos amarillos sobre los míos, mientras cerraba la puerta de fierro detrás de su cuerpo.

"¿Qué?"

"El labrador chocolate que dices" —continuó mientras buscaba dentro de uno de los múltiples huecos de la pared, un alambre enrollado sobre sí mismo, para asegurar la puerta —"Así se llama; Rufián"

"Ah"

"¿Solo viniste a avisarme o vas a venir conmigo a la veterinaria?" —quiso saber mientras pasaba a mi lado dándome un pequeño apretón sobre el hombro, como dándome las gracias de la manera menos ortodoxa, para evitar sentir incomodidad.

Sonreí un poco para mí misma ante el gesto infantil —"Ambas" —le aseguré dándome la vuelta para seguirlo.

Hizo un pequeño sonido muy parecido a una mofa, mientras volteaba a verme sobre su hombro y casi me lo pude imaginar sonriendo de la manera más breve bajo la sudadera.

El resto de nuestro camino hasta la puerta de la casa, transcurrió de forma tranquila, pero justo cuando estábamos a un par de pasos de la entrada, la señora que me hizo pasar salió de algún lugar, hecha un torbellino.

El aire se impregnó al instante con el aroma a galletas caseras recién horneadas, pero había algo más ahí que no noté cuando llegué... probablemente cerveza.

"¿Crees que puedes aparecer y desaparecer cuando se te hinche tu puta gana?" —le gritó lanzando los puños al aire —"¿Y luego desaparecer otra vez para esconderte en tu madriguera de mierda?"

Lo sentí tensarse una vez más, pero de todas formas le contestó la mirada con firmeza, mientras me agarraba instintivamente de uno de los brazos y me jalaba para ponerme detrás de su figura, con rapidez.

El día en que mi reloj retrocedió  [Completa✔️✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora