VII

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Los hombres lucían el mismo traje: un esmoquin muy entallado. Sin embargo, otros relucían una simple pajarita negra. Mostraban una expresión inquietante al ver a la muchacha. Todos mantuvieron un largo silencio, el cual resultó fastidioso. Afortunadamente Michelle interrumpió el silencio.

-Bueno compañeros, es un placer haber recibido vuestra visita. Podréis volver cuando queráis –aclaró finalmente la criada. Aquellos caballeros le sonrieron como agradecimiento y se despidieron cuidadosamente con un noble movimiento de cabeza. Al irse por la puerta de atrás, Irene captó una señal de misterio. Le pareció que esos hombres eran un tanto peculiares debido a que estaba completamente segura de que los había visto en un momento concreto. Le molestó la idea de que no pudiese recordar ninguna sensación para adentrarse en sus más íntimos pensamientos. Le aterró el concepto de que estuviese relacionado con sus espantosas alucinaciones . Rápidamente se dirigió al salón para hablar con Michelle.

-¿Quiénes eran esos siete hombres?- preguntó Irene con cierta curiosidad, ya que a su casa no solía venir mucha gente porque la mayoría de las veces su padre estaba trabajando fuera y ella normalmente no podía atenderles.

-Eran compañeros de tu padre –respondió Michelle aclarándose la garganta mientras bebía del vaso de agua. Irene estaba ajustándose bien el reloj. Le miró con ternura y se acordó de que esa mañana había conocido su nuevo centro de educación.

-¿Qué tal tu primer día?-preguntó la criada interesada. Reconocía que era duro adaptarse a los cambios de manera constante. Y sabía que para ella era aún más difícil. Había pasado por demasiados momentos intensos, situaciones que ni ella misma había vivido. Debía ponerse de su lado, centrarse en su piel y en su sensibilidad. Sonrió y volvió a mirarla. Ella le devolvió el gesto simuladamente, sin que Michelle percibiese su preocupación.

-Bien; podría haber sido peor- respondió Irene, convencida de que había tenido una mañana agradable.

No obstante, Michelle sabía que el señor García llamó a la tutora para encargarle personalmente los respectivos libros de su hija . Ella podía haberse sentido responsable de ese pequeño favor. De todas maneras la criada no lo veía como un fallo grave ni nada parecido. Simplemente su padre quería que Irene no tuviera tanto cargo el primer día en su nuevo hogar. Quiso hacérselo demostrar, pero ella no lo aceptó del mismo modo.

Michelle apartó la mirada para observar hacia la ventana. Comenzó a llover torpemente y el cristal estaba empañado. No pudo volver a ver la calle iluminada por el espléndido sol del amanecer. Esto le hizo pensar en que podía dar una pequeña lección a Irene.

-Entiendo el hecho de que estés enfadada contigo misma. Puedes creer que no fuiste una persona madura como para preparar tus indicios, pero éste no es el caso. Tu padre decidió encargar esos libros para que tuvieses más tiempo libre, para que pudieras quedar con tus nuevas compañeras y divertirte. No examines este tipo de situaciones como si realmente tuviesen más valor del que verdaderamente tienen. Disfruta porque solo se vive una vez. Aunque si te soy sincera creo que leyendo libros te hace imaginar que vives más veces. Pero dejando esto metafóricamente : sal ahí fuera y pásatelo bien. Seguro que Laura te está esperando en la playa –reflexionó Michelle arqueando una ceja-

La protagonista afirmó todo lo que había dicho. No tomaba en cuenta su propia felicidad y casi siempre estaba pendiente de sus personas más cercanas en su vida. Para ella no pensar en los demás era como un razonamiento egoísta y ahora sabía que era lo bastante como para no llegar a plantearse su felicidad. No supo exactamente qué responder. Aunque si sabía que estaba empezando a llover, sonrió de buen gusto y abrazó a la criada.

A Michelle le soprendió que le abrazase, porque nunca tuvieron una relación especialmente sentimental. Irene no confiaba en ella desde que su madre muró, porque no lo aceptaba. Y a pesar de todo, seguía sin aceptarlo, lo cual era normal y triste a la vez, aunque supo que tarde o temprano lo superaría. Porque el tiempo lo cura todo. O al menos mejora el bienestar.

Seguían abrazadas sonriendo. Michelle volvió a mirar por la ventana. Había dejado de llover y el sol seguía escondido. Las nubes avanzaban continuamente, dando paso al cielo azul sereno.

Michelle le dio un beso en la frente y una pequeña palmada en la espalda como símbolo de ánimo.

-Por cierto, ¿cómo sabías que había botellón en la playa?- preguntó Irene con torpeza.

La criada volvió a mirarla arqueando una ceja y cerrando los ojos poco a poco, recordando.

-Los invitados de antes tienen hijas que van al mismo instituto. Además, yo no he dicho que iba a ver botellón...ten cuidado con lo que bebes,¿vale?- respondió Michelle un tanto asombrada.

Irene sacó la lengua y se despidió con la mano derecha. Abrió la puerta principal, bajó las escaleras y torció a la derecha para llegar a la playa. Era hora de vivir el momento y de pasarlo bien para empezar.

El Misterio De Las Almas PerdidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora