Claramente, el primer pensamiento que surgió en mi cabeza fue lo extraña que era la semejanza entre ambas personas frente a mí. La nueva ropa que Alice llevaba puesta hacía que la única diferencia entre los hermanos fuese la longitud de sus cabellos.
No necesitamos otros gemelos Stoll. Estos ya están volviendome loco.
-¿Como se mira? -pregunto Alice, sonriendo de lado.
-Como si estuviese viendo doble-, respondí, sin pensarlo dos veces.
-¿Alguien te ha dicho lo coqueto que eres, di Angelo?, debes calmarte, de lo contrario la gente malinterpretará tus acciones -replicó Alice, irónicamente.
Durante estos últimos años de mi vida, he logrado conquistar el arte de las miradas asesinas, y creo que puede decirse con certeza que soy naturalmente bueno en ellas. Decidí darle una pequeña demostración de mi talento a los dos jóvenes frente a mí. - Me han pedido que te dé un recorrido por el campamento, y... no me mires así, Valdez, no es como si me hubiese ofrecido de voluntario.
-¿Desde cuándo eres el guía oficial del campamento, Nico?, ¿intentas robarme mi puesto? -Leo dio un paso al frente, mirandome a los ojos, retante. Probablemente sería un poco intimidante si no tuviese la cara llena de aceite y un trazo de ceniza sobre su nariz.
-No intento robarte nada, Valdez. Quirón me ha pedido que le busques con urgencia. Parece que uno de tus juguetitos se ha rebelado y está quemando todos los waffles del desayuno.
Leo pegó un pequeño salto de asombro y sus ojos se abrieron de par en par. - ¿Denisse?, ¿Denisse está quemando los waffles? Oh, no... eso es malo, eso es muy malo. Alice; Alice querida, desearía poder darte el recorrido yo mismo, pero... Denisse... yo-
-Cállate, Leo. Entiendo perfectamente, no te preocupes. Te veré cuando termines.
-Cuídate de Travis y Connor, ¿sí?, no te quedes tanto tiempo en el bosque, muchísimo menos de noche. Si necesitas ayuda puedes llamar a Festus, el te escuchará... no te preocupes por el aceite, tengo un par de galones de reserva. Si te lastimas, puedes ir con Will, el sabrá como cuidar tus heridas, o... -Leo mascullaba mientras sacaba planos de su portaherramientas y buscaba ansiosamente herramientas con formas extrañas, cambiandolas de lugar.
-¿Festus? -susurró Alice, sin alejar su vista de Leo. Tenía una mirada ilegible.
-Su dragón metálico. -repliqué. Su expresión no cambió en absoluto. ¿Cuántas sorpresas se habrá llevado en cuestión de días?
Leo tardó unos dos minutos en terminar de buscar sus planos y escupir instrucciones sin coherencia, Alice y yo nos dedicabamos a ver cada una de sus acciones sin expresar palabra alguna. Al terminar, desordenó con cariño el cabello de Alice y golpeó amistosamente mi hombro. -Tócala y te quemo vivo, ¿sí?
-Quiero verte intentarlo, Valdez.
Ya había guiado a un par de personas por el campamento previamente. Todos se mostraban algo confusos, algunos más emocionados que otros. No todos los días te enteras que tu madre o padre es una divinidad griega, por lo que debes refugiarte y aprender a defenterte en un campamento de los monstruos que intentan exterminarte porque se sienten amenazados por tu simple existencia.
De forma automática, le enseñe todas las cabañas, a qué dios pertenecían, a un par de campistas. La lleve a la Casa Grande, al comedor, a la playa. No pensaba mucho sobre las palabras que salían de mis labios, porque al igual que ella, me encontraba lejos, en mis pensamientos. Notaba que Alice asentía cada par de minutos, como indicandome que estaba escuchando. De vez en cuando soltaba un débil "Uhm, ya veo", "Ah, claro. Entiendo", o una que otra pregunta casual. Parecía irse a su cabeza por momentos y regresar momentariamente a la realidad.
-No quiero aburrirte más con este recorrido, Alice. Ya hemos terminado, solo falta un lugar más.
-¿Cuál? -preguntó, regresando de golpe al presente. Me miró esta vez con interés genuino.
-Ya verás, Scott.
El único lugar que faltaba, era la armería. No hay mucho que describir sobre este lugar en específico, no era más que... bueno. Que una armería. Las personas que más frecuentaban esta cabaña eran los hijos de Hefesto. Ellos se encargaban de tomar los pedidos de los demás campistas y llenar los estantes cuando estos comenzaban quedarse vacíos tras los entrenamientos y misiones cortas. No tenía ninguna decoración especial, más que unos escudos de oro colgados en las paredes, cada uno con el símbolo específico de cada dios del Olimpo.
-Como hija de Hefesto, normalmente depende de tí hacer tus propias armas, pero por orden directa de Quirón, debes elegir una de estas -dije, señalando al fondo de la cabaña.
Alice, que se había quedado parada en el marco de la cabaña mientras inspeccionaba las diferentes armas, dio dos pasos lentos al escuchar mis palabras. Parecía que estaba esperando mis palabras para poder lanzarse a tocar las espadas y escudos, levantar, calcular el peso de las lanzas y probar la flexibilidad de las flechas mientras sonreía de cara a cara.
Al fondo, tres espadas colgaban de la pared a la altura de la mirada. Quirón me había ordenado con un inusual tono de seriedad que Alice eligera específicamente de estas tres. Lashabía visto muchas veces antes, más nunca habían llamado mi atención para nada. Ahora que lo pensaba, siempre habían estado ahí. Nadie nunca había tomado posesión de ellas.
Finalmente, después de haber jugado con casi todas las armas, Alice se paró a mi lado y enfrentó las espadas. -¿Éstas, dices?
Asentí con la cabeza. Tenía esta extraña necesidad de silencio, no me atrevía a decir palabra alguna, como si hablar rompería con la tensión que sentía a mi alrededor.
Para mi sorpresa, Alice no tocó ninguna de las espadas. Se quedó a mi lado por un largo rato. Podía ver sus ojos moverse de arriba para abajo, examinando cada aspecto que sus ojos lograban captar, más no tomó la iniciativa de tomarlas en sus manos. Después de lo que se sintieron como horas, la hija de Hefesto dio un paso al frente, y con seguridad tomó la espada de la izquierda. Tenía un tamaño estándar, su hoja se miraba delgada, pero emanaba un aura peligrosa, estaba claramente bastante afilada. Alice blandió la espada, parecía de un peso ideal, pues logró manejarla con bastante agilidad.
-Sinceramente, Nico. ¿Conoces a Harry Potter? -preguntó, con una leve sonrisa.
-¿Harry quién?
-¿Harry Potter?, ¿la saga de libros?, ¿las películas con actores británicos ridículamente atractivos?, ¿no? -continuó al ver mi mirada confundida. -Olvídalo, no lo entenderías.
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El hijo de la muerte [Editando]
FanfictionTodos los personajes aqui incluidos, son de el autor de la saga de Percy Jackson: Rick Riordan.