Capítulo 7☀

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Después de una mañana algo agitada, Elizabeth sentía que las clases habían sido algo relajantes, entre breves conversaciones con sus nuevas amigas, prestar atención a las clases interesantes, etc. Aunque hubo un momento en el que su buen estado de ánimo menguó un poco debido a ciertas chicas que buscaban pelea, pero todo fue resuelto de manera pacífica...

—Vaya, hermana, ¿Así que has logrado meterte en problemas en tu segundo día de clases? —preguntó con ironía Anthony, quien había aparecido acompañado de sus amigos, para después tomar asiento tranquilamente en la misma mesa que las chicas.

Debido a que se encontraban en la cafetería y en una mesa visible, la mayoría de los estudiantes desviaban sus miradas curiosas hacia los nuevos que estaban causando revuelo en apenas el segundo día de clases.

—Oh, ya te has enterado —respondió con desinterés la de mitad cabellos negros.

—¿Y quién no? Es de lo único que hablan —comentó con diversión Iker.

—Pero que rápido se propagan las noticias por aquí —murmuró Elizabeth, mientras le daba un pequeño sorbo a su botella de agua.

—Ni que lo digas —asintió el pelinegro con una media sonrisa de lado—. Pero, queremos escuchar de ustedes la historia...

—No hay una historia interesante, solo evitamos que unas chicas presumidas quisieran intimidarnos, así como lo han hecho con otros —respondió la de ojos ámbar—. No le veo lo grandioso a ello.

—Tal vez tú o ustedes no lo ven, pero para todos los demás es una hazaña muy grande, ya que por lo que hemos podido escuchar, a esas chicas nunca nadie se les había enfrentado —señaló Derek con serenidad.

—Hasta que llegaron ustedes —agregó Matthew con una pequeña sonrisa—. Dígannos, ¿Qué hicieron?

—Solo fue un juego de astucia y palabras, nada del otro mundo —aseguró Kristen.

—Con un toque de sarcasmo e ironía, todo muy civilizado —secundó la de mitad cabellos cobrizos—. Es por eso que no logramos entender por qué hay tanto revuelo, cualquiera lo pudo haber hecho antes que nosotras...

—Lo que pasa, querida Eliza, es que ustedes no son "cualquiera" —la atención de Elizabeth, así como la de todos los restantes en la mesa, se centró en Iker, quien posó su mirada oscura sobre los curiosos ojos ámbar de la cobriza—. Son tan especiales que incluso sus apariencias discrepan del resto de personas... —el silencio se hizo presente después de que Iker dijera eso, la tensión se apoderó del cuerpo de las cuatro chicas.

Sin embargo, Elizabeth era la que se encontraba más tensa con el tema, después de todo, siempre que hablaban sobre su apariencia le resultaba incómodo. Por lo normal, cuando conocía nuevas personas siempre la miraban como si fuese alguna clase de extraterrestre, no tanto por su cabello o por el tono de su piel, sino por sus extravagantes ojos, el color ámbar no era común.

Su infancia fue algo complicada debido a ello, ya que sus compañeros de escuela constantemente se burlaban de sus ojos o cabello, incluso se burlaban diciendo que no parecía hija de sus padres y que lo más seguro era que fuese adoptada.

Aunque con el paso de los años comprendió que no tenía nada de malo que no se pareciera a sus padres y hermanas menores, aun se sentía incómoda cuando alguien hablaba sobre su aspecto.

—Y es por ello que nunca deben menospreciar las cosas que hagan —escuchar de repente la voz calmada de Derek la hizo salir del aturdimiento en el que se encontraba—. Tal vez ustedes no vean lo que hicieron como algo importante, pero para el resto de personas que han sido intimidadas por esas chicas ahora ustedes son unas figuras admirables y que, tal vez, les infundan un poco de confianza en ellas mismas para defenderse la próxima vez que traten de intimidarlas.

—Así que nunca vuelvan a decir que no le ven lo "grandioso" a sus acciones —añadió Iker con una voz segura y una mirada que no dejaba lugar a replica alguna—. Por muy pequeña que sea una acción, siempre puede influir en alguien más.

Lo dicho por Derek e Iker había dejado pensando a las cuatro chicas que probablemente tuvieran razón.

Y, aunque Elizabeth seguía tendiendo algunas dudas e inseguridades, por alguna razón escuchar aquellas palabras le hizo recordar lo que su madre siempre le decía.


«Mi hermoso Sol, no prestes atención a los comentarios despectivos, solo son personas que le temen a lo diferente, mi niña, quien incluso fue bendecida con unos ojos tan preciosos como el sol... Nunca dudes de lo especial que eres, ni de la influencia que tus acciones puedan hacer con el resto del mundo...»


Si se concentraba, incluso podía escuchar la dulce voz de su mamá, al igual que sus manos acariciando con ternura su cabello.

Después de ello, la conversación tomó un rumbo diferente, el ánimo de todos mejoró y la sonrisa de Elizabeth volvió a hacerse presente en sus labios.


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El ruido en el salón de clases era un poco más fuerte de lo habitual, debido a que la mayoría de los alumnos ya habían escuchado el rumor de las "chicas nuevas", ahora querían acercárseles para conversar, ofrecer una amistad y algunos incluso hasta coquetear, sin embargo, una vez que veían a los acompañantes de las chicas se abstenían de hacerlo.

—Es una suerte que la clase de arte sea optativa y mixta para todos los grados, de esta manera podemos pasar más tiempo juntos y conocernos mejor —comentó Iker con una sonrisa traviesa, mientras le guiñaba un ojo a cierta cobriza, quien solo rodó los ojos.

—No pensé que se inscribirían a la clase, chicos —dijo Kristen—. ¿Les gusta el arte? —preguntó con curiosidad.

—En realidad, a mí no me atrae mucho, pero ya que Anthony, Derek y Matthew decidieron inscribirse, pues yo lo hice también —confesó el pelinegro.

—Oh, ya entiendo...

—A mí sí me gusta —se apresuró a responder Anthony, para después aclararse la garganta con un poco de vergüenza—. Quiero decir, a Sam y a mí nos gusta, ya que desde pequeños hemos estado alrededor de varios artistas...

—Oh, ¿Es eso así? —preguntó con interés la rubia.

El castaño simplemente asintió en respuesta y no dijo nada más, pese a que la mirada de Kristen mostraba curiosidad, por ello, Samantha optó por darle una breve explicación a su amiga.

—Nuestros padres son marchantes de arte, compran y venden las obras —explicó Sam con tranquilidad.

—Eso es increíble —suspiró la de ojos rosados.

Mientras hablaban un poco más sobre el tema, el salón repentinamente quedó en silencio y la mayoría de personas comenzaron a sentarse en sus respectivos lugares que ya habían elegido, por lo que los ocho imitaron a sus compañeros. Sin embargo, de un momento a otro, el silencio se vio interrumpido.

—¿¡Qué demonios haces aquí!?


Las cuatro estaciones: La leyenda (Bilogía #CuatroEstaciones)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora