Capítulo 7- Un Lobizón in Londres.

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—No puedo creer que sigue siendo un lobo

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—No puedo creer que sigue siendo un lobo. — Dije mientras desayunaba una fuente con granola, frutillas y yogourt natural endulzado con miel. Pemberly me consentía mucho desde que mis visiones consumían toda la energía de mi cuerpo y más. La verdad es que había llegado al punto de tener que inyectarme sangre de demonio cada mes. En el hospital, el médico, un demonio menor, que me había diagnosticado epilepsia a mi madre y mi hermana, mensualmente me recetaba pastillas y era el mismo que me proveía de la sangre. Cuando llegara a Argentina, no sé lo que mi valet tendría que hacer para mantenerme funcionando.

Esa mañana había sentado a la beba en su sillita alta y le había llenado la mamadera con una mezcla alternativa de su batido pero con miel y banana además de leche condensada. Mi experimento era un poco para variarle el sabor al pequeño ser, a la que algunos faës de mierda, llamaban engendro o aberración. Mi punto era que Evie no tenía que ser la única. Que en el grimorio figurara una receta para alimentar bebes interespecie me hacía creer que definitivamente habrían más casos que lo que la intuición común indicaba.

Quizás si pudiera encontrar más casos... saber más sobre el cazador faë. La información del grimorio era bastante escasa y contradictoria. Algunos párrafos decían que era faë. Otros decían que eran seres alquímicos, diseñados para cazar mezclados. Nadie se ponía de acuerdo pero yo había sentido el odio que impulsaba a aquel ser y su necesidad de sangre. Lo había sentido en mi visión terrible.

Jugué un poco, mezclando la granola y la beba estiró su mano como un jedi y el tazón se movió por la mesa, hacia el frente, hacia ella.

—Si muy graciosa pero Evie no puede masticar granola.. — En el acto la beba rompió en llantos. Su cara roja como un tomate, contrastaba con su cabellera verde musgo. Ya había cagado la paz de la mañana...bueno de las doce del mediodía.

—¡Pemberly! ¿Puedo darle un poco de esto?

—No tiene dientes y puede atragantarse con la granola. Pero puede comer yogourt...— Sugirió mi flemático amigo y fue a buscar un frasco de mi yogourt de fresas griego.

Cinco segundos más tarde Evie jugaba con sus manitas levitando y lanzando yogourt por todas partes. Tenía en el cabello, en la ropa, en la nariz...pero había comido dos cucharadas. Ese era un gran orgullo. No quiero empezar a contarles lo difícil que es darle de comer a una mocosa, sobre todo cuando puede levitar las cosas. Ella reía alegre con su juego, pero yo insultaba por lo bajini a mis amigos y su bendición.

—Pemberly... baña a Evie. Yo iré a pegarme una ducha y cambiarme por segunda vez para que juntos llevemos a Devon con el viejo William.

— ¿Acaso iremos los cuatro? —Preguntó Pemberly enarcando una ceja, lo que era demasiado gesto de su parte.

—Si. Tú llevas el bastón de plata para aporrearlo si se porta mal y yo llevo a Evie en la guagua. No pienso dejarla sola.

Pemberly me miró dubitativo. Sé que estaba dudando si Devon seguiría de hombre lobo, pero mis visiones no me habían mostrado nada realmente grave. Igualmente llevaría algo de ropa mía en el bolso de la beba que Shiobban había comprado con dibujos de Batman. Al menos podía dar gracias que no tenía arco iris de colores o hadas...odio a Tinkerbell desde que su especie decide odiar a mi pequeña sobrina del alma, que no les hizo nada más que existir.

Siempre, mañana... (Allan Woodhouse # 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora