Capítulo Cinco

523 71 32
                                    

Agradecería su apoyo con un voto.

Agradecería su apoyo con un voto

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—A ver si entendí. Llegó un chico nuevo a la banda. —Asentí. —Es guapo y todo pero autista —Volví a asentir, encogiendome de hombros. —lo viste en el bus, tuviste la oportunidad de hablarle y... ¿¡Fingiste que no lo conocías como si no hubiera tocado el teclado mientras tu cantabas apenas unas horas antes!? —preguntó exagerada.

Rodé los ojos ante la pantalla. Mi amiga era muy exagerada cuando se lo proponía. Lamentaba no tener la misma personalidad que ella, porque todo lo que ella no tenía de timidez a mí me sobraba. Victoria ha sido mi amiga desde los diez años y ha tenido más novios de los que recuerdo. Aún así la amaba muchísimo.

—¡estaba nerviosa!, ¿qué querías que hiciera? —me defendí. —Además, se bajó en la siguiente parada.

—Si, si. Lo que digas. —soltó desinteresada mientras masticaba chicle. —¿y qué onda con ese tal Mateo?

—Matthew. —corregí —y me dejó plantada.

—¡¿qué?! —gritó. Literalmente su grito casi rompe los parlantes de mi computadora. La Miré con cara de pocos amigos.

—¡Vicky, casi rompes mis parlantes! —solté irritada —¿Sabes qué? Iré a tu casa y hablaremos personalmente. —solté —Pero será mañana, Adiós.

Dicho esto cerré el computador molesta sin esperar la respuesta de mi amiga. Últimamente me sentía molesta por todo y no entendía por qué. Hasta hace unas semanas mi estado de ánimo era estar deprimida la mayoría del tiempo. Hasta que conocí a Matthew, pero Matthew me falló.

—¡Alexandra ya nos vamos! —gritó mi madre desde abajo. Me puse de pie pesadamente y me dirigí al closet. Aún no me quitaba el pijama y habían transcurrido muchas horas del día.

Tomé lo primero que encontré, o sea, un pantalón negro y una sudadera grande del mismo color que compré en el tianguis a muy buen precio. Para finalizar mi hermoso outfit para nada hermoso, me calcé mis converse negras. Afuera hacia demasiado calor, pero no iba a arriesgarme a que alguien viera los cortes en mis muñecas, me tacharian de loca o desquiciada. Así es la sociedad, te llenan de ridículas etiquetas de mierda.

Peiné mi cabello rápidamente y me puse un choker. Una vez abajo, me reí cuando mi hermano de seis años estaba recibiendo una advertencia de parte de mi madre.

—Al fin apareces, pitufa.

—Cállate imbécil. —respondí molesta. No, no hacia Matthew sino hacia Justin, mi otro hermano de doce años.

Aaron Beckett ©| Completa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora