17. Zakariah

50.2K 7.2K 1.1K
                                    

VERSIÓN BORRADOR ( EN LA VERSIÓN A LA VENTA HAY ALGUNOS CAMBIOS, ESCENAS EXTENDIDAS, EPÍLOGO Y UN EXTRA)


La veo ir y venir sin detenerse, me siento un espectador de su vida, con piezas faltantes que no me dejan tranquilo. Se levanta al alba y sale minutos después, no sin antes haber sacado a Missy que obedientemente hace sus necesidades afuera, le da de comer y se va. A veces le puedo robar un beso, a veces algo más, pero en general es casi imposible tenerla como antes. Llega al anochecer, he cenado solo casi todos los días, excepto cuando descansa, que se levanta también al alba y la tengo lista a mi lado cuando salgo a entrenar. La primera vez la miré azorado, me besó con brío y me tendió un licuado verde como el que suelo tomar.

—Anda, ya es hora —solo dijo para un segundo después salir de la habitación dejándome pasmado.

Ahora, paradójicamente, me desconcierta y me preocupa la forma en la que se está exigiendo. Parece tener prisa pero no sé de qué. Intento acercarme, la mimo como puedo y en serio quiero que se sienta apoyada y no presionada, pero suele estar agotada, aunque exultante debo añadir. En varias ocasiones durante este tiempo he tenido que ir por ella a alguna parte de la casa donde quedó dormida. La cabeza de Desa, que antes me parecía estar libre de ideas y preocupaciones, ahora es todo un acertijo y me encuentro más tiempo del que me gustaría pensando en qué estará ocurriendo en su mente.

Lo cierto es que me mira de una manera que me mata, la siento más atenta a su entorno, involucrada y pasional, muy pasional, porque aunque no tenemos relaciones ya todo el tiempo, cuando sucede, siento que se entrega más allá de los límites de ambos, la siento completa y absolutamente mía, ansiosa de tenerme y feliz de sentirme.

Los vestidos coquetos desaparecieron, los tacones también, el maquillaje estilizado y el cabello perfectamente alisado, ni lo menciono. En su lugar hay vaqueros, tenis, camisetas y suéteres de punto ahora que el frío comienza. Podría pensarse que este estilo nuevo me resulte menos atrayente pero surte el maldito efecto contrario, ahora, más que antes, solo deseo tenerla bajo mi cuerpo gimiendo una y otra vez y vivo presa de este jodido deseo que provoca su sola presencia. Sonríe de otra manera, como más plena y su mirada es más segura, más serena, pero inquieta, muchísimo en realidad.

Ese trabajo es una cosa de locos, aún no va menos horas y dudo que gane lo que debiera por ese desgaste.

La espero en el sofá del recibidor comúnmente, después de yo haber sacado a Missy a su paseo nocturno. Cuando llega me sonríe lánguida, a veces se sienta sobre mis piernas, noqueada, otras me da el gusto de poder ducharnos juntos y es así como acabamos los dos desnudos sobre nuestra cama y ella rendida entre mis brazos. En ocasiones me cuenta alguna anécdota del café, otras solo me pregunta cosas sobre mi día.

De algún modo, noto que su vida está tomando un rumbo aunque no podría decir cuál es y tampoco que me fascina verla tan poco tiempo. Los fines de semana son la peor parte, hasta cierto punto. Los paso solo, hasta que llega, me pierdo en el trabajo, a veces veo a Loen que no pregunta nada y se limita a jugar conmigo baloncesto en una callejuela cerca de donde vive. Mi madre y Kyroh preguntan poco sobre ella y últimamente no ha sido tema de conversación cosa que agradezco mucho.

Aunado a todo esto, mi pasado ha estado apareciendo a cuenta gotas y me doy cuenta de que lo que le he confesado a Desa, que en realidad ha sido muy poco debido al escaso tiempo que tenemos, ya no me quema como solía. Duele, sí, pero no me da... rabia. Sus ojos marrón se abren atentos a cada palabra que emito y luego me abraza, siempre lo hace. Ahora ya sabe que fui un chico violento, que continuamente estaba metido en problemas y que mi madre buscaba por medio de exigencias hacerme un hombre de provecho. Aprendí a leer gracias a eso mucho antes que mis otros compañeros, cosa que provocaba que me aburriera como ostión y luego terminara en algún problema. Cuidaba a Kyroh, pues mi madre tenía que salir a trabajar hasta el anochecer y mi abuela, que era igual de ruda, se hacía cargo de nosotros cuando podía, porque enfermó joven y él fue delicado desde pequeño, aunque de eso ya no queda nada en mi hermano.

Más de ti • LIBRO I, BILOGÍA MÁSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora