Capítulo 2

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He aquí un nuevo capítulo de Dulcemente Tú. Gracias de parte mía y de RorroG por leer. Ya veo qeu andáis algo tímidas para comentar! Decidnos qué os parece! Muchos besos!!    

        Apenas había dormido esta noche. No era para menos, no todos los días te ofrecían sexo como forma de pago. Había intentado comprender el motivo de porque podía ser una persona tan mala, como era aquel hombre, pero después de pasar horas y horas reflexionando sobre ello no llegaba a ninguna conclusión. Bueno, una sí la tenía clara. No pensaba acostarme con él, ni aunque me pagase. Era algo que iba contra mis principios, además me veía incapaz de hacerlo. Solo la idea de hacerlo me revolvía el estómago.

Antes de discutir había tomado la decisión de irme de allí. No quería volver a ver a ese hombre en lo que me quedaba de vida. Le debía dinero, y lo sabía, pero a no ser que fuese estrictamente necesario devolvérselo no lo haría. Me negaba.

Así que antes que apareciera por allí, recogí las cosas cosas que tenía. La ropa la metí en la maleta que me había dado el orfanato hacía ya tiempo. Luego cogí algunas cosas que había comprado para la casa. Las justas y necesarias, aunque fuese cargada, no quería que el se quedase con nada mío. Ni aunque valiese un triste dolar.

Cuando quise darme cuenta era más tarde de lo que esperaba. Debía de ir a trabajar. Ya llegaba tarde, y lo que menos necesitaba es que me echasen del trabajo también. Así que me aseguré de que no me había dejado nada y salí corriendo.

Tuve la suerte de no encontrarme al propietario. Dejé las llaves en el buzón, para después ir lo más rápido que pude hasta la cafetería. En la entrada respiré hondo angustiada. Casi no me entraba aire por los pulmones, por culpa de los nervios, el estrés y la carrera que me había dado. Me tomé unos minutos para tranquilizarme y ponerme manos a la obra.

Cuando entré la cafetería estaba llena, y en cuanto vi a Mery de un lado a otro supe que estaba desbordada de trabajo. Llevé la maleta a la pequeña habitación que teníamos para ponernos el uniforme y en un par de minutos ya tenía la libreta pequeña entre mis manos para tomar nota.

Mery al verme puso cara rara. Me limité a encogerme de hombros y gesticular un “lo siento” apenas sin voz. No tenía ganas, ni quería contárselo a Mery.

Después de llevar un par de horas, sin parar, ya estaba más tranquila. Incluso sabiendo que no tenía donde ir una vez que acabase la jornada laboral.

En cuanto vi que se había tranquilizado un poco el servicio y que apenas había gente decidí salirme un rato fuera a descansar. Necesitaba coger fuerzas, tanto físicamente como mentalmente. Lo que no me esperaba es que Mery me siguiera.

Me miró cruzada de brazos y con una expresión de no estar muy conforme con algo. Suponía que era conmigo. Había llegado tarde y ni le había dicho nada. Me sentía mal y asustada, no quería quedarme también sin trabajo.

—¿Qué te pasa? Has llegado tarde, además, no te vi sonreír ni una sola vez aún. Por no contar la preciosa maleta que hay por ahí.

            Negué con la cabeza mirando al suelo, callada. Hice un intento de volver dentro, me cogió del brazo antes de que pudiera dar dos pasos.

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