Estaba débil y agitado, todo su cuerpo temblaba y sudaba. El joven Meng HuanYue no recordaba la última vez que se había sentido tan patético, pero allí estaba. En unos lujosos aposentos del palacio del emperador, ni sabía siquiera quién pertenecía a aquella habitación. Sólo debía esperar que las cosas se calmaran y estar bien oculto para luego poder irse. Hubiera sido sencillo de no ser porque, minutos después, alguien entró a la habitación.

Meng HuanYue se ocultó tras un toldo procurando que no lo viera aquella persona. ¿Quién era? Tenía unas vestimentas bastante lujosas y un andar muy de la realeza. Era un joven de hermosa tez y largo cabello oscuro. La hebilla que lo sostenía parecía ser del jade más puro, y la túnica que vestía se notaba de la seda más fina y colorida. Los ojos de Meng HuanYue se quedaron fascinados ante la imagen de aquel muchacho de tan buen porte. Estuvo varios segundos mirándolo fijamente mientras éste se iba despojando, poco a poco, de sus vestimentas y soltaba su cabello. Para el ladrón, la imagen no fue tan clara hasta que lo tuvo casi frente a él. Ese bello hombre, dueño de la habitación y de tanto lujo era, ni más ni menos, que el propio emperador. El hijo heredero que hacía poco tiempo había ascendido al trono por la muerte de su padre y que muy pocas personas habían visto, pero que su rostro había quedado grabado en cada uno de los súbditos el día en el que fue presentado como su soberano. Así era, Xen ShenTai, el hijo del antiguo emperador, estaba justo frente a él.

El joven ladrón dejó entrever un poco su cuerpo detrás del toldo, sin embargo, el otro joven no había dado señales de haberlo visto. Continuaba haciendo sus tareas de aseo dentro de su habitación como si no hubiese nadie más, como si estuviera solo, pues así se creía. Esto le pareció extraño a Meng HuanYue, por lo que se dejó ver aún más. El emperador sólo estaba sentado frente a un espejo peinando su largo cabello, no reaccionaba nada más. El ladrón se aclaró la garganta como para comenzar a hablar, estaba convencido de que el contrario estaba consciente de su presencia por lo que esto lo hizo con naturalidad. Para su sorpresa el emperador reaccionó poniéndose de pie con estrépito y ruido girándose hacia él.

-¡¿Quién eres?! ¡¿Qué haces en mis aposentos?!- lo señalaba con la peineta que portaba en su mano, mas no atinaba a la posición del joven.

-Así que por eso el joven emperador es tan misterioso. No quiere que sepan que su vista es tan mala.- su tono fue descarado, casi rozando en lo burlesco.

-Serás traidor de tu soberano, ¿me condenarás a mí y a todo tu hermano pueblo a la derrota por descubrir ese secreto a los otros clanes?- Xen ShenTai se apoyó en una pared para sentirse seguro.

-Calma, no sea tan paranoico, majestad. No pienso llegar a tanto.- Meng HuanYue se encogió de hombros, pero su sonrisa no se desvanecía, le resultaba conmovedora esa imagen que tenía frente a él.

Había sido un cambio bastante radical de aquel gallardo y recto joven que había entrado a la habitación, al vacilante y temeroso ser que frente a él suplicaba silencio. Le gustaba, esa forma de verlo le gustaba.

-Entonces, ¿qué quieres? ¿Dinero? Te daré todo el que quieras para comprar tu silencio.- soltó con un cierto temblor en sus manos, no era posible que en tan poco tiempo de reinado, ya tuviera que abandonar el trono por un soplón.

-El dinero se gastará en algún momento y me parece que no complacerá mi vida. Quiero algo entretenido y veo que puedo hacer algo por ti.- cruzado de brazos, Meng HuanYue caminó por la habitación como si fuera la suya propia, siempre con su expresión sonriente en alto.

-¿Entonces qué quieres?- el emperador apretó los puños con frustración, no toleraba su imagen frente a aquel desconocido, estando casi desnudo y con su cabello suelto por completo, ¡qué indecente!

-Quiero tu protección.

-¿Qué? ¿De qué hablas? ¡Eres un espía!

-No soy nada de eso, pero ya sé tu secreto. Así que te propongo un trueque permanente. Me quedaré a tu lado, puedes decir que soy tu sirviente da mayor confianza y así te serviré como tus ojos.- se le acercó al joven al punto de que este fue capaz de verlo con su escasa visión.

-¿Qué te pasó en la cara?- preguntó tras distinguir los golpes y moratones, además de la suciedad.

-No llevo una vida de lujos ni menos, su majestad.- respondió sin cambiar su expresión.

-No tengo confianza contigo como para saber que de verdad serás mis ojos. No tengo seguridad de que vayas a ser sincero siempre y no sé qué quieres a cambio.

-Sinceridad, la tendrás al cien por ciento. Y ya te dije lo que quiero a cambio. Todo lo que tienes tú, pero, como seré tu sirviente más fiel, iré contigo a todos lados. Y eso significará, comer lo que tú comes y dormir donde tú duermes.

-¡Estás loco! ¿Crees que soy un manga cortada? ¡Insultas a tu emperador!

-No, nada de eso, majestad. Piénsalo. Si alguien tratara de atacarte en las noches o cenas públicas, yo estaré ahí para protegerte.- hizo una exagerada reverencia soltando un quejido.

-¿Y cómo sé que eres así de fiel con tu emperador de dar la vida por él?

-Porque preferí quedarme a su lado y guardar su secreto a revelarlo y sacar provecho de él en otro clan.

-Pero estás sacando provecho de mí.

-Tómalo como algo natural, todos nos aprovechamos de los demás.- le tendió la mano a una distancia que consideraba el soberano aún podía ver.- ¿Qué dices? ¿Hacemos el trato?

Xen ShenTai miró aquel ofrecimiento. Suspiró y se resignó a su destino. Planeaba mandarle a cortar la cabeza ese intruso en el primer error que descubriera, pero estaba consciente también de que necesitaba de su ayuda para que nadie más supiera de su secreto. Estaba encerrado en el trato de ese desconocido vagabundo. Tomó su mano y asintió frunciendo el ceño.

-Dime tu nombre, al menos podemos empezar la confianza por ahí.- dijo con la voz un poco más seria.

-Soy Meng HuanYue, majestad... A partir de ahora... su fiel sirviente...- le dio la parte superior de su túnica para que se cubriera, pues sabía que se sentía incómodo mostrando su piel, aunque su perfecta blancura resultaba bella a los ojos del ladrón.

Sin embargo, esa imagen no duró mucho más frente a sus ojos cuando se desplomó al suelo. De las heridas, perder sangre, tanto correr y no haber tenido una comida decente en mucho tiempo, las fuerzas del joven no dieron para más y su cuerpo colapsó. Xen ShenTai estaba sorprendido, pero cuando comprobó de cerca el estado del chico, comprendió que no estaba nada bien, a pesar de haber actuado con tanta tranquilidad ante el trato que le había puesto. Si así había sido hasta el momento, le intrigaba cómo sería después, en el día a día. Tal vez Meng HuanYue no era perfecto, pero era interesante.

Xen ShenTai llamó a las mucamas para que atendieran a su nuevo sirviente, dando la orden de que todo se realizara en su presencia y que fuera un trato tan bueno como el que le daban a él. Así fue, aunque los demás se preguntaban de dónde había salido ese mendigo que tanto protegía el emperador, pero su palabra no era cuestionable. Y este solo se quedó junto a su cama, esperando que el portador de su mayor secreto volviera a abrir los ojos para darle de comer. Así comenzaba una intrigante historia para Xen ShenTai, y una nueva vida para Meng HuanYue.

Los ojos del emperador Where stories live. Discover now