Sed de sangre

Start bij het begin
                                    

—No puedes estar dependiendo de alguien siempre. Los vampiros no somos así —me decía.

Y tenía razón. Sabía lo que tenía que hacer, pero me resultaba terriblemente complicado. Nunca me había visto en la piel de los animales que comía. Y me sentía culpable. Pero no era como si, precisamente habiendo renacido en mi nueva especie, pudiera volverme vegetariana, ¿no?

Volví a intentarlo otra vez y me juré a mí misma que esa vez lo conseguiría. Mi profesor permanecía por ahí, entre la espesura del bosque. Nunca estaba segura de dónde se encontraba. Parecía un camaleón. Pero una cosa tenía clara: su mente siempre estaba dentro de la mía. Y eso me incomodaba bastante.

Divisé, a lo lejos, un pequeño mamífero que no supe clasificar en la tabla de animales terrestres. Pero una presa era una presa. De modo que seguí los pasos hasta acercarme lo suficiente. Solo tenía que atacar. Solamente eso. Y, aún así, antes siquiera de intentarlo, ya sabía lo que iba a ocurrir. Una idea descabellada, no obstante, surgió en mi cabeza. Y, aproximándome un poco más, traté de entablar una conversación con el animal. Palabras breves, cortas, para hacerme entender, pero el mamífero me miró, muy asustado, y se marchó. Suspiré. Tendría que empezar de nuevo.

—Bonito truco.

Asmord había aparecido detrás de mí, ligeramente a mi izquierda. Su rostro tenía la misma expresión de siempre, pero sus ojos mostraban, quizás, un brillo de diversión. Lo sabía: se estaba riendo de mí, otra vez.

Giré sobre mis talones y, con la barbilla en alto, me marché en otra dirección, dispuesta a conseguir mi objetivo de aquella noche. Pero mi mente se negaba a obedecer. Había algo en la mirada de aquellos animales que me hacía vibrar por dentro. Me estremecía. No pensaba matarlos, obviamente. Solo quería un poco de sangre. Aunque el miedo a descontrolarme por la sed y terminar quitando una vida era una sombra permanente en mi cabeza.

Perdí la cuenta de las veces que lo intenté, aunque fueron muchas. No volví a escuchar ni una palabra de Asmord, aunque no era necesario. Él estaba por allí, observándome. Nunca me dejaba sola. Y si no había estado revoloteando a mi alrededor podría deberse a que quería darme mi espacio. O a que había agotado su paciencia. Sí, la segunda opción era más plausible.

Agotada mentalmente, me dejé caer sobre unas piedras que, a mi parecer, estaban cerca de convertirse en una obra de arte. Además, una de ellas era especialmente cómoda. Aunque en aquellos momentos cualquier cosa donde poder apoyar el trasero me habría parecido bien. Estaba abatida y me sentía una fracasada. ¿Quién me iba a decir que algún día no sabría ni cómo comer? Ya, era más complicado que eso.

—No puedes rendirte.

Bufé. Asmord y su tono imperativo de todos los días. Un simple "no te rindas, puedes conseguirlo", ¿era pedir demasiado? Seguramente sí. De todas formas, un par de ánimos tampoco me sacarían de ningún apuro. Pero siempre venía bien escucharlos de vez en cuando.

El vampiro se acomodó contra el tronco de un árbol, mirándome. Yo rehuía de su mirada. No me apetecía ver sus ojos rojos o esa expresión fría, carente de sentimientos de siempre. Era una persona curiosa, como poco. A veces me apetecía conocer más de él y otras, tenerlo bien lejos.

—Así no nos eres útil.

Ahí estaba de nuevo, incordiando, pinchando, buscando unas cosquillas que estaba muy cerca de encontrar.

—No tengo que serle de utilidad a nadie, solo a mí misma —mis colmillos estaban rasgando mis encías, dispuestos a salir.

—Tampoco te sirves a ti misma —apostilló—. Eres una carga, un lastre.

El mundo oculto del Espejo [SILENE #1]Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu