Viviendo en la Tormenta

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El emperador reposaba sentado en ese, su trono, desde el cuál sometía al castigo a sus adversarios con mano de hierro. Sostenía en su diestra una copa en la que había sido derramada una sustancia negra parecida a la brea, recostado de forma agraciada y descansada sobre su insigne sillón vestido de un esplendoroso color rojo. Pese a su estado de regocijo de vez en cuando reparaba en la copa y en las puertas principales donde se sometía a las audiencias más escrupulosas, alternativamente y pareciendo impaciente porque aguardaba su llegada.

Lo que más ansiaba en esos momentos era el arribo de su más afamado aliado, su favorito: el llamado "Rey Brujo de la Calamidad". Por esto estaba, por supuesto, presuntuoso al nombrarlo siempre que podía a sus enemigos, pues ante su siquiera indirecta mención, todos temblaban aterrorizados y horrorizados. Hacía ya tiempo el emperador se había forjado un heraldo indiscutible, el rey brujo era peligroso, y, sobre todo, poderoso; y con esto se había ganado la fama que le precedía.

Tashamael No'ol Galarhya, había sido parido por la calamidad, había nacido por segunda vez en medio del dolor, del sufrimiento, mas no las lágrimas a las que le habían sometido durante años. Y fuera castigo o no, ni una sola alma podía sobrevivir a sus sometimientos y a sus maneras, y ni un alma podía ver de nuevo la luz del sol, la luna y las estrellas cuando sus manos les tocaban. Era la peste y la bestia que día a día caminaba por el mundo que le conocía, llevando consigo el halo de la muerte en su cabeza como una corona. Una corona de un precario reino sin nombre. Así entró a la cámara en la que le aguardaban, con sus andares elegantes e inmaculados, moviéndose como un depredador a la espera de que una nueva presa pudiera tomar lugar entre sus dedos.

Y los que lo vieron llegar, admiraron su traje de un virtuoso color negro como la noche que más lo amaba, anillos de plata que adornaban sus manos, y sus profundos ojos dorados como el sol lo contemplaban todo desde una prudencial distancia. Tashamael No'ol Galarhya, había sido un niño caracterizado por sus prolongados mutismos, los mismos que le acompañaban en su adultez. Mas, aunque callaba, ahora se silenciaba así mismo siempre que se preparaba para dar un ataque voraz y certero que no se veía venir por ningún lado. Después de todo era el monstruo que había forjado el emperador después de someterlo a irrazonables escenarios y torturas. Y como resultado de todo esto, se había convertido en su protegido.

—Sangre de mi sangre, has venido como esperaba. —Desde su asiento, el emperador acarició la esencia de Tashamael con su voz, caricia que fue recibida por una leve sonrisa, acción que se transformó poco después en una apenas visible reverencia. Y tras ese intercambio de real simpatía, el rey brujo de la calamidad contempló con aquietada aura a los prisioneros que se encontraban a unos cuantos pasos de él. Éstos le devolvieron el gesto con un semblante de consternado desafío, mas sin siquiera preverlo, sintieron que poco a poco les empezaba a faltar el aire hasta que sus ojos se vieron enrojecidos e inflamados. —Helos a todos aquí para ti, aguardan tu causa y tu fin, mi ferviente amante de la muerte.

Los ojos del rey brujo se estrecharon al distinguir a los siete prisioneros sobre el suelo arrodillados, encadenados y harapientos, y dirigió después su atención a quién antes había parlado como si pidiera una explicación que no necesitaba ninguna palabra como respuesta. Parpadeó entonces una vez antes de situarse ante uno de ellos. El primero de los siete que ya se había encogido sobre sí, pidiendo clemencia, llevando sus infelices manos hasta su garganta pues se estaba ahogando y rompiendo por dentro, como los otros que habían apreciado esos macabros y silenciosos ojos dorados como un deslumbrante sol. Los huesos crujían bajo la piel del prisionero, que sentía también como le succionaban lentamente la vida, huesos que también se quebraban como las ramas de un frágil arbusto.

Tashamael miraba inconmoviblemente al hombre que boqueaba intentando tomar esas bocanadas de aire, que apenas lograban entrar a sus pulmones. Se mantenía imperturbable, mas ahora había posado amablemente su mano sobre el hombro del prisionero como si buscara reconfortarlo al percibir su estado de agonía, pero en lugar de ello comenzó a presionarlo y lo estrujó al punto que le arrancó el brazo de un tirón, como si se tratara de la extremidad perteneciente a un mísero muñeco de trapo. Un grito espeluznante atravesó el aire en respuesta, mas la mano de Tashamael No'ol Galarhya no se hizo esperar y descansó sobre el hombro contrario, repitiendo la misma acción que había ejecutado antes, ahora provocando que la sangre chorreara como una cascada de las heridas de su víctima. Entonces, inmediatamente después, siguió con las piernas.

—Es como un niño jugando con su comida, antes de decidirse verdaderamente a comer. —El emperador apuró todo el contenido de la copa que descansaba en su mano, y el líquido oscuro se derramó por las comisuras de su boca mientras los alaridos y gritos poblaban el ambiente como un estruendoso eco. Suspiró el monarca, al notar que se había acabado el líquido, pero más por la escena que se estaba suscitando frente a él. Una escena de la que era testigo todos los benditos días. —Pero es mi niño, mi sangre, y mi mayor orgullo.

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⏰ Last updated: Feb 15, 2020 ⏰

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