Capítulo 3 | Edén

68 17 4
                                    

Acali.— ¿Esto es el Edén?

Lasair.— Eso parece.

Acali.— Pues menuda mierda. Me imaginaba que el mundo de los mimados sería más bonito. Aquí no hay más que polvo.

Lasair.— Este mundo es muy basto, seguramente hay zonas diferentes. Salgamos, Aire nos está esperando.

A nuestra izquierda, entre la nube de polvo que se había levantado a causa de nuestra llegada, se vislumbraba otro coche parado de color blanco, y a su lado, dos sonrientes hombres que nos miraban con los ojos llenos de curiosidad, seguramente una parecida a la mía. Eran inconfundibles, dos individuos clásicos de su raza: pelo plateado, ojos grises casi traslúcidos, complexión delgada, con una altura ligeramente inferior a la de mi raza, pero un par de centímetros superior a la mía, rondarían el metro setenta y cinco. Rasgos angulosos, y su ropa se componía de unos pantalones holgados y unas camisetas ajustadas de tirantes con capucha. Yo creo que deberían hacerse mirar el vestuario.

Bóreas.— ¡Saludos! Llevamos un rato esperándoos. Nos alegramos mucho de que por fin hayáis llegado.

Mi hermano y yo nos miramos y sonreímos. Nos habían contado que los especímenes de Aire siempre parecían contentos, pero no habíamos alcanzado a comprender hasta qué punto eso era cierto. No sé por qué siempre pensamos que sería un mito.

Bóreas.— Yo soy Bóreas y mi compañero es Enlil. Estamos felices de conoceros, y deseando trabajar en un proyecto común.

Vale, aquello era demasiado. Me reí.

Lasair.— Esta es mi hermana, Acali, y yo soy Lasair. Estamos aquí por obligación y deseamos acabar cuanto antes con esto para regresar a casa.

Bóreas.— Supongo que cualquier motivo es bueno y válido para hacer lo que nos han pedido.

Lasair.— Y Agua no ayuda. Llega tarde.

Enlil.— Están llegando, ¿no los sientes?

Observé cómo aquel extraño personaje cerraba los ojos e inspiraba con fuerza como si intentara detectarlos con el olfato cual perrillo. Si no estuviera a mi lado Lasair, yo también lo hubiera probado, pero su ceño fruncido me detuvo. Ya era la rarita, no quería darle más excusas para mofarse. El otro individuo señaló un punto con el dedo índice. Sólo se distinguía una pequeña nube de polvo en la lejanía pero con el paso de algunos minutos, la forma de un vehículo azulado más alto que los nuestros, comenzó a acercarse a toda velocidad hasta detenerse justo enfrente de nosotros. Lasair desenfundó sus sai y se cruzó de brazos sin hacer esfuerzo alguno por ocultar las armas. Yo, sin embargo, me apoyé en la tapa roja que mantenía encerrado nuestro equipaje, y esperé revisando las puntas de mi cabello a que bajaran de una vez. La paciencia no era una característica de los míos precisamente.

Enlil.— ¡Bienvenidos!

Lasair.— Creíamos que os habíais perdido.

Erie.— Lo hemos estado gracias a las coordenadas que tu reina se ha encargado de enviarnos a última hora con la ubicación de la reunión. Por suerte, el tufo a chamusquina nos ha traído hasta vosotros sin mayor dificultad.

Lasair.— Debéis de tener el portal estropeado o quizás no sepáis meter unos datos tan simples como unas coordenadas.

Bóreas.— La espera no ha sido larga, lo importante es que estamos todos aquí.

Lasair.— Lo mejor será dividir el terreno a investigar para que nos podamos poner manos a la obra lo antes posible.

No quería hacerlo, pero no podía evitarlo. Me era completamente imposible dejar de mirar de reojo a aquellos dos hombres exactamente iguales, y no precisamente de la manera belicosa en la que lo hacía Lasair. Eran fascinantes. Hasta ese momento, el ser más alto que conocía había sido mi madre y aquellos hombres eran más altos que ella. La espalda de mi hermano era ridículamente pequeña a su lado, casi como si estuvieran enfrentados un niño y un hombre adulto. La piel era pálida y los ojos de un azul tan claro e intenso como el del cielo que ahora mismo nos cubría. Ese era el primer día que veía el color azul en vivo sin ser en una hoja de papel, y nunca me hubiera imaginado que pudiera ser tan bonito como el tono que tenían sus ojos. Cuando había estudiado a Agua, el color azul me había parecido frío e insulso. No tenía ni idea de lo equivocada que estaba. Verdaderamente podría resultar muy cálido.

Una gota entre cenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora