47. ¿Tú de nuevo?

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Sarah mostró a su padre algunos moretones que tenía ocultos tras una bufanda. Los mismos se los había hecho uno de sus amantes la noche anterior.

─¡No mientas! ─gritó Yunho─. Jamás te he puesto un dedo encima.

Sarah rompió en llanto, recostándose al pecho de su padre. Yunho notó una leve sonrisa dibujada en la comisura de sus labios. Ella estaba disfrutando aquello.

─Soy yo quien no quería tener que llegar a esto ─dijo Yunho sacando su móvil─. Pero tú me has obligado. En este teléfono tengo las pruebas de que mientes.

─¿Qué quieres decir? ─Sarah se aterró─. ¿Me has grabado?

─Tengo las grabaciones de la cámara de seguridad. Usted puede comprobar que esa es mi habitación ─le dijo a Raynolds─. Y es su hija quien entra a mi habitación y no al contrario, como ella asegura. Poco después salgo con mi equipaje.

─¡Eso no prueba nada! ─exclamó Sarah.

─Tengo otra cinta de lo que pasó en ese habitación, ¿quieres que se la muestre a tu padre?

Sarah se conmocionó al imaginar que su padre pudiese ver aquella grabación.

─¡Mientes!

─¿Quieres comprobar que miento?

Sarah se tardó en contestar, miró a su padre, éste esperaba su respuesta. Yunho presionó el play y se escuchó la voz de Yunho: Señora Reynolds, no me obligue a ser grosero. Por favor regrese al ascensor y hagamos como que esto nunca pasó. Después se escuchó la voz de Sarah: Licenciado Jung, si sabe lo que le conviene me va a follar esta noche y bien rico.

─¡Ya basta! ─suplicó Sarah en una actitud totalmente distinta─. Padre... yo...

El viejo cerró los ojos avergonzado. Luego, levantó la mano golpeando a su hija en el rostro. Sus dedos quedaron marcados en su mejilla.

─Realmente lo siento. Ahora ya sabe porque me voy de la firma ─dijo Yunho avergonzado por la situación.

─Entiendo, pero no es necesario que renuncies. Mi secretario se pondrá en contacto contigo. Ahora necesito hablar a solas con mi hija.

Yunho hizo una reverencia y se retiró de la oficina de Raynolds. Él siempre llevaba una cámara cuando trabaja con colegas o clientes femeninos. Sabía que alguna vez podría necesitarla para defenderse de alguna falsa denuncia por acoso. Así era como funcionaban las cosas en la actualidad.

─¡Padre! ─Sarah chillaba tratando de despertar la lastima de su padre─. ¿No hablas en serio verdad? Deja que te explique.

Llorando era el modo en que había aprendido a obtener de él todo lo que deseaba. Pero esta vez no iba a funcionar.

─¡No hay nada de qué hablar Sarah! ¡Te vas de la firma! ─le dijo resueltamente.

─¡No puedes despedirme! ─chillaba Sarah─. Soy tu hija.

─Precisamente por eso te estoy despidiendo, no quiero que mi hija siga avergonzándome. Ya esos rumores habían llegado a mis oídos, solo que no quería aceptarlo. Sé que no es la primera vez, ya otros abogados han renunciado después de trabajar contigo. Al principio creí que era porque no toleraban trabajar con una mujer; pero esto no ha pasado con otras abogadas de la firma, solo contigo.

Jayden se hallaba sentada en la banca de un parque, leyendo algunos anuncios en su móvil mientras su hijo jugaba con una pelota a pocos pasos de ella. Necesitaba mudarse con urgencia, Hana y Dongwan follaban como conejos y no tenían ningún tipo de reparos en hacer ruidos o pasearse semidesnudos por toda la casa. Estaba harta de esa situación. Sin embargo, no contaba con el dinero suficiente para pagar el depósito y un mes por adelantado.

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