Capítulo 65.

9.2K 616 58
                                    

65. Debilidades de infarto. 

Me miraba una y otra vez en el espejo.

Quizás el vestido tan ceñido y negro con brillantes no fue la mejor elección que podría haber escogido.

El insistente sonido de los tacones de Sharon por todo el piso, era algo que me desquiciaba, pues eso anunciaba que de nuevo mi amiga había entrado sin ningún previo aviso.

Eso de que mantuviese las llaves del piso y decidiese entrar a su antojo no fue del todo buena idea.

—Estás preciosa. – Murmuró mi amiga, apareciendo por el marco de la puerta.

Miré hacia esa dirección y encontré su radiante sonrisa. Sin embargo, al devolver la mirada al espejo, no vi lo mismo que ella aseguraba ver.

Veía una Abbie Evans destrozada, apenada y muerta en vida.

Sí. Realmente la alegría y la vitalidad que había mantenido como regla general esos últimos meses, desapareció.

—¿Por qué dudas? – Preguntó de nuevo Sharon, entrando.

Miré su figura a través del espejo  y me quedé perpleja. La chica iba completamente preciosa.

Vestía un elegante y largo vestido blanco, con un detalle en el centro del vientre plateado.

Quedé atónita cuando me di cuenta de que el recogido con el que contaban tirabuzones, era la guinda del pastel.

Sharon Edwards estaba realmente preciosa.

—¿Nos vamos? – Sugirió mi amiga.

—¿Qué hay de Leo? – Pregunté.  

—Él decidió ir con Nick.

Mi gesto cambió radicalmente. Ahora ya no guardaba pena, sino sorpresa.

—¿Nick va a ir?

—Sé que no es plato de buen gusto, Ab, pero Leo no sabe nada y obviamente iba a preguntar si yo decía que él no fuese.

—Lo que realmente me resulta extraño es por qué él mismo ha decidido ir a ese sitio.

***

—Y este es el local. – Exclamó Sharon, abriendo los brazos mientras que ambas paseábamos por el espacioso local.

Mi mirada seguía examinando todo mí alrededor. Enorme y con dos grandes ventanales que daban a un pequeño jardín.

—A la derecha de donde estás, está la barra, justo en frente una pequeña pista de baile. Más atrás estará el DJ, quien debe de estar al llegar, y por allí están los sofás que me he encargado de conseguir. Menos mal que mis padres no tiran las reliquias de familia.

—¿Has usado los sofás de tu antigua casa para la fiesta?

—¿Acaso es tan mala idea?

Alcé una ceja, esperando que lo que acababa de decir Sharon simplemente fuese una estúpida broma.

Pero no hubo rectificación.

—Falta media hora para que los invitados empiecen a llegar. ¿Quieres algo de beber? – Preguntó.

Realmente solo quería acostarme en la cama y no salir hasta dentro de un año. Pediría unas clases de hibernación a algún oso polar para que me ayudase a desconectar y a olvidar todo lo que tenía en mi interior.

—No, gracias. – Contesté, sentándome en el sofá.

Sharon frunció el ceño y acudió rápidamente a mi lado.

WHISPERSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora