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O N C E


Mi último pendiente de la semana no fue como tal un examen o una presentación, se trataba de una actividad, una que estuve retrasando desde que supe de su existencia.

Era algo bastante sencillo de hacer, contribuir con la escenografía de la obra que se presentaría al final del ciclo escolar, es decir, en menos de dos semanas. La maestra había organizado un grupo de siete alumnos para encargarse de ello, pero solo destinó la parte de las manualidades a Aiden y a mí, puesto que fuimos los únicos que no quisimos formar parte del elenco, y también porque ella insistía en que debía haber una mejor convivencia entre nosotros.

Entre numerosas clases compartidas y los recientes eventos, ya no me importaba tener que convivir con él, pero si lo hacía el tener que hacerlo en el teatro. Todavía me causaba nervios estar ahí.

Al entrar, fui cubierta por una penetrante oscuridad. Ningún destello de luz llegó a mis pupilas por más que entrecerré mis ojos. Todo estaba oscuro y solitario. Fue inevitable no recordar que ese era uno de mis mayores temores cuando era niña. Me tomó más de un minuto bajar las escaleras, y buscar el interruptor. Las clases recién habían terminado, y estaba segura de que pronto Aiden aparecería. Acomodé los materiales sobre una mesa, y me senté a esperarlo mientras colocaba música.

Estar sola en ese lugar era peor que estar con una multitud.

Abrí mis conversaciones, y busqué el contacto que últimamente estaba siendo el más frecuente en mis notificaciones.

Astrid: "Espero ya estés en camino. Ya pasaron diez minutos".

Rumsfeld: "¿Por qué? ¿Ya me extraña tu frío corazón?"

Idiota.

Rumsfeld: "Tomaré tu silencio como un sí".

Astrid: "Tómalo como un vete al infierno. Y date prisa. No voy a hacer el trabajo sola".

Rumsfeld: "Claro, ya sabes que estoy a tus órdenes, mo bhanríon. ¿Algo más?"

Astrid: "Ya que insistes... ¿Podrías traerme una botella de agua como un buen amigo?"

Me hundí en el asiento al ver que me dejó en leído.

Pasaron cinco minutos más sin la presencia de Aiden, por lo que intenté distraerme con las redes sociales. Al principio, ninguna publicación despertó mi interés, hasta que me encontré con un par de fotos del cumpleaños de mi prima, la sobrina de mi madre.

Ella era la única de mi familia materna con la que no mantenía un estricto contacto, a diferencia del resto. Toda la familia de mi madre se puso de su parte cuando se marchó, debido a que ellos desde el inicio no estuvieron de acuerdo con que se casara con mi papá. Nunca supe sus motivos, pero presentía que podía ser a causa de que fui concebida fuera del matrimonio, y mi madre provenían de una familia de políticos conservadores.

Irónico que un bebé fuera contra sus valores, pero no el abandonarlo años después. Supongo que el escándalo de su adorada hija les sirvió para ocultar sus ilícitos movimientos, porque hasta la fecha lo utilizaban, y solo me buscaban cuando querían que saliera en una foto o apareciera en un evento.

Antes de enviarle un mensaje con felicitaciones, admiré las fotos. Me parecía extraño pensar que todos los rostros que sonreían ante la cámara eran desconocidos con los cuales compartía sangre. Incluso, sin esforzarme, podía encontrar en cada uno de ellos pequeñas partes de mí.

Llegué a la última foto, en la cual estaban mis dos abuelos, ambos sonreían como nunca, y tenían a una mujer a su lado. Acerqué la imagen. No la reconocía. Y se suponía que las fotos eran de una cena familiar y privada, sin apariencias, no podrían llegar a nadie que no deseara mi prima.

Prometo Destruirte. [Nueva versión]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora