Capítulo Seis

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06. 

14 años y un día después de.

El momento en el que se despierta de una epifanía es igual de doloroso que agonizar.

Es despertar una mañana con los músculos entumecidos y un fuerte dolor de cabeza, es el momento en el que te encuentras rodeado de nada con la certeza de que te equivocaste, de que han pasado años. Y sí, arruinaste tu vida.

Muchos hubiesen deseado que la vida trajese instrucciones, pasos a seguir uno por uno hasta llegar al éxito y la plenitud. Pero a diferencia de muchas personas, Sunhee creció queriendo escapar de la voz dentro de su cabeza que le decía hacia dónde ir, qué hacer, de aquellos que le obligaban a pensar. 

Sus padres siempre decidieron lo que era mejor, quizá porque simplemente deseaban verla convertida en lo que ellos creían era una buena mujer, quizá porque temían que destruyera su futuro; pero después de tanto, allí estaba ella, preguntándose si había valido la pena hacer lo correcto. 

Había pasado mucho tiempo desde la última vez que SunHee sonrió genuinamente. 

Ella hizo todo lo que se suponía debía hacer. Tomó cada indicación, y dio cada paso en la dirección correcta, hizo todo lo que se le ordenó durante toda su vida. Estudió la carrera que sus padres eligieron para ella, se graduó con los mejores honores, y se casó con un hombre al que no le importaba en lo más mínimo para cubrir lo que le hicieron creer era vergüenza. Se le culpo por un error que no fue solo suyo. 

Debería ser feliz. Debería poder disfrutar de todo lo que había conseguido en medios de su dolor, ¡Se supone que hacer lo correcto debía hacerla feliz!; pero no era así. No cuando ella nunca quiso ninguna de esas cosas, cuando cada uno de sus malditos logros no le pertenecía. 

Solo quería saber qué le faltaba, ¿Qué? Deseaba haber despertado esa mañana y seguir siendo una adolescente, desearía no haber tenido tanto miedo. 

No recordaba la última vez que realmente amó algo en su vida. O que alguien le amó a ella. 

Y allí estaba, su rostro había perdido ya gran parte de su belleza juvenil. Su mirada era dura, fría, demasiado tensa para ser comparada, su actitud había evolucionado de tal forma hasta convertirla en una persona cínica. 

Esa mañana despertó de su epifanía; se colocó el labial rojo que tanto adoraba, subió a su auto y condujo lentamente. Los papeles de divorcio estaban dentro de la guantera junto con su pasaporte; había pasado los últimos años intentando armarse de valor para entregarlos, estaba cansada, como una mártir silenciosa que no soportaría más de esto. De los golpes, de la humillación e infravaloración que a diario vivía. Porque si esto significaba ser una buena mujer, estaba dispuesta a ser la peor de todas.

Entonces, sintió como su estómago ardía, aquel inoportuno malestar que le había estado azotando por semanas apareció de nuevo para arrastrarla. 

Las náuseas eran intensas, estaba demasiado mareada, así que estacionó el auto en la primera estación de servicio que encontró y se bajó desesperadamente en busca de un baño; pero ni siquiera llegó a la puerta, comenzó a vomitar en medio de la calle. 

Entró a la pequeña tienda de conveniencia de la gasolinera; tomó una botella de agua, mentas y una pequeña caja blanca rectangular con letras grandes en ella. Se encerró en el baño para seguir las indicaciones grabadas en la parte de atrás del empaque. Lo abrió y tembló por un segundo cuando finalmente la utilizó. 

Estaba abatida, ¿Podía ser? Después de tantos años luego de aquello. ¿Esto realmente estaba pasando? ¿Aún era posible? ¿Cuánto había pasado? ¿Por qué ahora?

LA TEORÍA DE KIM.《version one》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora