Memorias

57K 3.3K 733
                                    

Relato corto creado para un concurso.

***


Mirando por la ventana, mientras la nieve cae, me doy cuenta de algo.

Siempre estaré sola.

Aunque este rodeada de gente, mientras no me abra, mientras no deje a los demás entrar, siempre estaré navegando en esta infinita soledad sintiéndome vacía; mirando los copos caer del cielo, tal y como hago cada invierno desde hace tres años.

Recordando, siempre recordando.

Pensando, reviviendo, maldiciendo esas memorias de aquellos tiempos cuando fui feliz. Cuando fui tan feliz que pensé que un día podría explotar de tan completa que me sentía. Tan plena, tan llena...

Pero como todas las cosas buenas, no duró para siempre. Lo perdí todo en dos segundos y nunca volví a ser la misma.

Aún recuerdo como sentía su presencia escurrirse de entre mis dedos, pero fui lo suficientemente tonta como para creer que podría retenerlo, que podría quedarme a ese salvaje corcel indomable acostumbrado a vagar por el mundo, a dormir en diferentes camas, entre diferentes brazos.

Esas memorias son las que taladran mi cabeza día con día y no me permiten estar en paz. Me martirizan, se burlan de mí, se ríen en mi cara como diciendo «Mira lo que perdiste por tonta».

Cada vez que cierro los ojos están ahí, no me dejan ni un momento. Esos tontos recuerdos que no me dejan vivir. O, más bien, existir. Porque después de él no he vuelto a vivir; solo sigo existiendo, vagando perdida, esperando a que alguien me encuentre.

Cierro los ojos y recargo mi frente en el fresco cristal.

—Ven, Amelia.

Recuerdo su ronca voz juguetona llamándome en las frías mañanas después de hacerme el amor frente a la chimenea, mientras las blancas gotas de terciopelo llovían fuera de nuestra burbuja.

Abría sus brazos para que me acercara a ellos, mientras la luz se colaba entre las rendijas de las persianas e iluminaba sus ojos entrecerrados por el cansancio; y yo... Yo iba como criatura hipnotizada hacia ese resplandor que emitía, ese que me tenía atrapada, enamorada, ilusionada.

Suelto un suspiro empañando el vidrio.

—¿Amelia?

Me giro ante la voz de mi prometido y lo veo ahí de pie, luciendo tan fresco como siempre. Le sonrío porque es lo único que puedo hacer, ¿no?

No puedo dejar que vea lo triste, patética y desolada que me siento. No cuando esos sentimientos son causados por las memorias de alguien que ya no está. Que solo me ha dejado eso: Recuerdos. Memorias. Inútiles trozos de momentos felices. Pequeños fragmentos de nuestro tiempo juntos. Pedazos de nuestras promesas olvidadas... Cenizas de un futuro que jamás llegó a existir.

—Hola, Jack —saludo. Me pongo de pie y acomodo mi vestido antes de caminar hacia él.

Con cada paso que doy, con cada zancada que acorta nuestra distancia, siento que estoy sellando un futuro que no quiero, un destino que fui obligada a aceptar.

Veo sus ojos verdes y desearía que fueran más oscuros. Su cabello rubio se vería mejor si fuera negro, y esa sincera sonrisa de perfectos dientes blancos debería tener una pizca de traviesa oscuridad.

¿Por qué no pude enamorarme de Jack desde un principio como estaba establecido? ¿Por qué tenía que rebelarme y fugarme? Y sobre todo, ¿por qué tuve que encontrarme con él aquel frio día de invierno?

Recuerda aquel diciembre ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora