Eran las cinco menos cuarto, y la tarde se había cerrado bajo un manto rugiente y umbroso. El silencio inundaba los pasillos, que, ensombrecidos, a esa hora, provistos de hileras e hileras de casilleros cerrados a la espera de una noche oscura y aún más sombría; con las paredes grises alrededor y acompañados por la cercana y tardía salida de primaria, estaban atestados de una vibra deprimente, desoladora y triste.
Lena abrazó su mochila y clavó los ojos en el suelo, exhalando pesadamente. Estaba sentada junto a la oficina de su vieja maestra, la Sra. Erikson, que ahora era la directora de primaria. La había citado allí luego de clase para hablar de una de las tareas de su hermana pequeña, Amanda. A Lena se le había hecho un poco extraño el pedido. Resultaba ilógico que, por algún percance escolar, en lugar de llamar a los padres, que eran los verdaderos tutores de Amanda, llamasen a su hermana mayor. Aunque tampoco le molestaba que así fuera. Prefería cientos de veces, a decir verdad, que le tocase ir ella en lugar de a su padrastro, que era el único que para esa hora no estaría trabajando. De seguro que Conell Bradbury, que se había casado con su madre la primavera pasada, montaría en cólera si se enteraba de algún fallo en el desempeño de alguna de sus hijastras. Tenía un carácter muy complicado e impredecible; un carácter que Lena conocía tan bien como el resto de los integrantes de la familia, y que era preciso provocar lo menos posible.
Revisó su celular y vio un mensaje de Ámbar y dos de Toby Silver. De inmediato volvió a guardar el aparato con gesto de agobio. Le daba flojera todo el asunto de la salida programada para esa noche y demás. Puede que Toby fuese atento y en todo aspecto perfecto para cualquiera, pero no estaba segura de que fuese su tipo. De hecho, aún no estaba segura siquiera de cuál era su tipo, o de si acaso tenía uno.
La puerta de la oficina se abrió, y oyó la voz de la Sra. Erikson solicitándole que pasara. Se puso de pie en seguida, sintiendo un tirón en la base de la espalda que le provocó un gruñido involuntario. Si seguía así como estaba, pensó amargamente recordando uno de los comentarios de Ámbar, llegaría a la adultez en una silla de ruedas.
Saludó amistosa a la directora y se sentó frente a ella en el escritorio, que estaba tupido de pequeñas tunas y recuerdos de viajes a Europa. Lena analizó con interés la escultura en miniatura de una mujer gorda y desnuda, creyendo recordarla de alguna de sus clases de historia. Un símbolo de fertilidad, le pareció que había dicho el Sr. Robinson.
- Buenas tardes, señorita Luthor- saludó la Sra. Erikson-. Me alegra que haya podido venir. ¿Gusta de una taza de café? ¿Galletas quizás?
- No, gracias- contestó Lena escuetamente, acomodándose en su silla tras dejar la mochila en el suelo-. Me sorprendió su petición, si he de ser sincera- admitió-. ¿Está todo bien con Amanda?
- Amanda está excelentemente- afirmó la directora con una sonrisa-. Es brillante y muy vivaz. Su locuacidad le ha conseguido algunas advertencias, pero se sabe que los niños con esa característica son buenos a la hora de socializar y de aprender, así que no debería verse como un problema.
- ¿Entonces por qué estoy aquí?- Inquirió la joven, señalando lo obvio-. Si no hay ningún problema con ella...
La directora hizo un gesto y se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en la mesa y entrelazando las manos, sobre las cuales lanzó a Lena una mirada extraña.
- Le voy a hacer una pregunta seria, y su respuesta quedará por ahora entre nosotras. Es necesario que sea sincera conmigo; le aseguro que puede confiar y apoyarse en mí para lo que sea; ¿está todo bien en casa, señorita Luthor?
Un terror helado subió por la espalda de Lena, que de pronto sintió el frescor del sudor en las manos y en la nuca. Su visión se desenfocó por un instante y la mente se le nubló. Trató de no perder la compostura, o de que su inquietud no se notara, pero según la expresión de la Sra. Erikson, se dio cuenta de que sus ojos tuvieron que haber transmitido gran parte de su horror.
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El lado oscuro de la luna- Supercorp
Fanfiction" - (...) Es a los monstruos a quienes temo. Kara sonrió de lado y se cruzó de brazos, mirando la luna nueva ausentemente. - No es a los monstruos que tienes en mente a quienes debes temer- dijo-. Quizás fueron temibles antes, pero...