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Daba la impresión de que ese callejón ya lo habían visto antes, sin embargo, Seonghwa alegaba que era un camino distinto. Habían salido a dar un paseo por el centro, era plena tarde pero la gente en Seoul era siempre tan abundante como si estuviesen en fechas de Navidad. Habían visitado algunas tiendas de ropa y otras de accesorios, pero después de echar un vistazo como escusa de su pobreza económica en aquél instante, comenzaron a seguir a la multitud, que caminaba en dos direcciones opuestas.

— Oppa... Creo que va a llover, deberíamos volver mejor.

En efecto, el cielo se había encapotado de nubes grises que advertían descargar de un momento a otro.

— Quedémonos un rato más~ —hizo un pequeño puchero con sus labios y miró con prisa por encima de la gente— ¡Mira, te invito a un helado!

No sirvió de nada ladear la cabeza con cara de cansancio, nada iba a impedir al mayor arrastrarla de la manga hasta la tienda de colores.

— Seonghwa, no quiero un helado... el moreno dejó de tirar y paró en seco. Algo había llamado su atención— ... Pero si tu quieres uno vamos a por-

Una gota calló un su nariz, descendiendo hasta la comisura de sus labios hasta ser borrada por sus dedos. Park observó al cielo sin decir nada, comprobando, como si no fuera obvio, si de verdad había empezado a llover o no.

— Creo que mejor volvemos.

— ¡Eso es exactamente lo que te dije hace cinco segundos! — se quejó la pequeña, evocando el poco caso que recibía por su parte.

Seonghwa agarró a la chica de la mano después de meditarlo y tiró de ella camino a casa. Con un poco de suerte llegarían a tiempo, pero con casi veinticinco minutos de caminata y a falta de un paraguas, llegaron más calados que las propias calles de la ciudad.

Los padres del moreno habían salido más o menos a las seis de la tarde, tenían un largo trayecto hasta su destino, una cena empresarial llena de gente bien vestida y con buen nivel económico. Quizás, como diferencia, aquellos empresarios tenían mucho más personal en su casa a su disposición que los Park, puesto que durante estos cinco días Boreum solo había conocido a la chica que se encargaba de cocinar y un hombre bien distinguido que siempre andaba persiguiendo al señor Park, tal vez algún secretario... Todo lo anterior pasó por la cabeza de la morena. Esperaba que los padres de su amigo llegasen y volviesen sanos y salvos a la casa dadas las cantidades de agua que caían.

Cruzaron el jardín encharcado hasta la puerta principal, quitando sus zapatos antes de poner un pie en el interior.

— Dámelos, yo los guardo. Sube a cambiarte — entregó sus botas negras manchadas de agua y barro y subió despacio hasta la segunda planta.

Cambió su ropa mojada por otra más cómoda, dejando la sucia encima de una silla. Procuraba manchar lo mínimo posible, luego debería preguntar a Seonghwa qué hacer con ella. Justo después de calzarse, alguién llamó a la puerta. Ning abrió segura de que sería el mayor, aunque quizás había más gente en la casa de la que creía.

— Buenas tardes. El señorito Park me mandó para recoger su ropa mojada.

La señora, muy educada, se reverenció antes de dirigirse a ella. Su pelo era canoso y vestía un uniforme negro, similar al que llevaba la cocinera y un delantal que alguna vez había sido blanco. La chica asintió y abrió la puerta del todo, llegando hasta la silla para recoger lo que debía entregarla.

— Muchas gracias. ¿Necesita algo más? — Boreum negó rápidamente y se despidió con una ligera reverencia, pestañeando un poco perpleja.

En todos estos días no había visto a esa señora por ninguna parte, pero estaba segura que de haber estado presente en algún momento la hubiese notado. Caminó hasta la cama. No estaba acostumbrada a este tipo de tratos, es decir, no era malo, pero no pensaba que vivir con personas que hacen las cosas por ti fuese muy beneficioso a largo plazo. Casi ya se hacía de noche. Recogió su pelo en una coleta, ya tendría tiempo mañana de arreglar ese desastre.

𝘠𝘰𝘶 𝘓𝘰𝘰𝘬 𝘓𝘪𝘬𝘦...                 « 𝐂𝐡𝐨𝐢 𝐒𝐚𝐧 »Where stories live. Discover now