Capítulo 4: La segunda noche

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Me levanto super tarde. No hay nadie en la habitación. Ni mi padre, ni mi madre, ni Sofía (mi hermana). Claro, es que son las nueve ya. A ver, super tarde... Para mis padres, levantarse a las 9 es como si me levantara al mediodía. Supongo que estarán en el desayuno. Me visto y, antes de salir, me doy cuenta que el culo no me duele nada. Me lo miro en el espejo y ni rastro de moratones. Joder, menuda crema milagrosa. Cuando bajo en el ascensor, recuerdo la noche de ayer, y solo pienso en darle las gracias a Mateo por haberme dejado su crema. Llego al restaurante donde hacen el desayuno y está petadísimo. Todos van vestidos con sus monos de esquí. Mis padres y Sofi están sentados en una de las mesas del fondo y casi han terminado de desayunar.

- Buenos días, dormilón – dice mi padre.

- ¿Has descansado? – pregunta mi madre.

- Sí, sí. ¿Cuál es el plan de hoy?

- Vamos al pueblo a ver a los Roca y su hijo. ¿Te acuerdas de Ricardo? – uf, claro que me acuerdo. Qué coñazo de tío, la verdad. Tiene mi misma edad pero es que no hay quien lo aguante. Yo no soy pijo. ÉL SÍ ES PIJO.

- Ah, claro.

- Comemos con ellos y luego ya volvemos al hotel y puedes hacer lo que quieras... porque venir a esquiar no te apetece, ¿no? – pregunta mi madre, a ver si por fin pico. Pero no pico. Odio esquiar. Se me da mal. Pero es que a ver qué voy a hacer en este hotel si no. Solo me queda Sofi... o Mateo. Si está libre por la tarde, podría enseñarme más sitios del hotel, ¿no? En cuanto lo vea se lo digo.

Pero nos levantamos del desayuno después de haberme zampado medio buffet y no le veo. Subimos a cambiarnos y, cuando bajamos para coger el coche, tampoco le veo. Entramos en el coche y nos alejamos y tampoco le veo. ¿A lo mejor solo trabaja por la tarde, o por la noche? Dijo que se le daba bien esquiar, así que podría perfectamente estar en la pista de esquí. Bueno, pues luego, cuando volvamos de estar con el pesado de Ricardo, me acerco con mis padres a las pistas y listo, a ver si así le veo.

Como pensaba, la mañana con Ricardo y sus padres es de suicidio. Mi hermana mega ausente, y a mí me ha tocado estar con él todo el rato, y uf, madre mía. ¿Sabes esos con los que es imposible cruzar más de dos palabras seguidas? Pues así, pero porque NO PARA DE HABLAR. No creo que se sepa ni mi nombre. De hecho, creo que nunca me lo ha preguntado. Pero bueno, supongo que es así ese tipo de gente. Solo que a mí, no me interesa.

Cuando volvemos al hotel, mis padres se cambian y salen a la pista de esquí junto con mi hermana. Para sorpresa de todos, yo los acompaño. Aunque no llevo mono de esquí. Básicamente porque no tengo. Pero al menos llevo las botas puestas cuando salgo a la nieve. No como anoche. La verdad es que no sé qué espero hacer cuando le vea. Seguramente hacer como que le he visto así, como quien no quiere la cosa. Pero es que llevo pensando en Mateo desde anoche. No sé muy bien la razón.

- Mira que eres ridículo – me dice mi hermana al verme. Dios, cómo la odio.

- ¿Por?

- ¿A quién se le ocurre venir a un hotel de esquí... y no esquiar? – bufa, se baja las gafas y se sube al telesilla.

Mis padres ya están arriba. Miro hacia todos lados pero no veo a Mateo por ningún lado. Bueno, pues a buscarle dentro del hotel. Así que vuelvo por donde he venido y paso adrede por la entrada, donde están los coches. Hay varios botones descargando un todoterreno, pero no veo a Mateo. Estoy por preguntar a alguno si sabe algo de él, pero no sé. Me da como cosa. A ver si se van a pensar que soy un pervertido o algo. Bueno, no. Joder, si tengo 16 años. Me acerco a uno de ellos, que debe tener unos 50 y tiene pinta de protagonista de peli de mafiosos. Pero no ha visto a Mateo por ningún lado. No solo no lo ha visto, sino que no le suena de nada.

Luna de estrellas (en pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora