Persephone.

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          "Ni siquiera en sus sueños
          podía escapar".
                   ─Asylum.
               Madelaine Roux.

La vida con Hades era difícil. Estaba obligada a compartir todo con el, desde la comida hasta la cama. Su opinión no valía ni era escuchada, ella solo debía obedecer órdenes o mantenerse lejos de todo problema. ¿Cómo es que una diosa termina sometida de tal forma? Probablemente podría haber luchado pero cualquier intento no valdría de nada, Hades era de los dioses más poderosos juntos a sus hermanos Zeus y Poseidón. Persephone contra él sería igual a un humano contra ella misma; derrota asegurada.

Una bofetada fue lo que recibió la primera y última vez que osó cuestionar las ideas de Hades, y es que lo único que él hacía era planear una venganza estratégica contra Zeus por destinarlo al Inframundo. Desde el punto de vista de la mujer, eran todos planes descabellados e improbables, sin embargo, Hades, por muy "hechizado" que estuviese por ella, no negociaba cuando se trataba de sus planes. Claro, el tiempo siempre le daba la razón a la castaña. Su esposo siempre fallaba, y ella, en su mente, solo pensaba en que estaba casada con un fracasado mediocre al que ni siquiera había elegido por voluntad propia.

— Idiota.— Susurraba cada vez que estaba segura que él no la escucharía, mas, ese día cometió un error imperdonable. Él la oyó fuerte y claro.

— ¿Qué has dicho? — En su voz se sentía claramente la ira corriendo por su sangre. Amenazante, aterradora, paralizante.

— ... ¿Eh? No he dicho nada...— Mintió. Sabía que, de asumirlo, él la castigaría con lo que ella más odiaba de tener que estar ahí.

El rey de aquel lugar no dijo nada más, solo se adelantó a ella y caminó en dirección a la cámara que ambos compartían. Persephone suspiró y se rindió, el castigo le fue más que obvio; tendría que dormir con él, permitir sus besos y caricias, aquellas que la petrificaban y le hacían querer vomitar. Aún no sabía que tanta suerte tenía como para no haber quedado embarazada aún.

Cada vez que mantenían relaciones sexuales, ella se transformaba en una muñeca. No lo soportaba, lo detestaba con toda la fuerza de su alma. Él no era considerado, solo velaba por su propio interés, era un egoísta e insensible que no la amaba, solo estaba encaprichado como un niño con juguete nuevo. No era capaz de entender cómo él no se sentía mal al ver que la mujer con la que se había casado lo despreciaba y era una piedra en la cama, ¿Qué clase de hombre podía aguantar dormir con alguien así? Es más, ni siquiera era una cuestión de géneros. Todos quieren sentirse deseados por su pareja sexual, o eso creía ella, así que no comprendía por qué con él era diferente, ¿Qué tan loco debía estar?

Lo peor de la situación es que él siempre la perseguía, solo cuando estaba tramando un nuevo plan era que la dejaba tranquila, pero eso no servía de nada si todas las noches tenía pesadillas con él, lo veía y se le aparecía en absolutamente cada rincón de su mente y subconsciente. Le parecía increíble lo muy arraigado que estaba en su mente, el cómo alguien a quien odiaba tanto podía ocupar los mismos espacios y niveles que una persona a la que (pudiese) amara.

Pero Persephone estaba tranquila, ella también había estado haciendo planes...

Desahogos de madrugada.Where stories live. Discover now