Capítulo 09 - EL CABALLO DE POYA

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De NECROMARICÓN ILUSTRADO

Platón tenía un colega en Atenas al que llamaban el Poya. Cada tarde, en cuanto salía de dar sus clases, Platón pillaba el autobús e iba a visitarle para colocarse con él. Poya era un espartano guaperas y defenestrado que vivía bajo un acueducto mugriento y mohoso en plan yonqui, lo cual, como habréis podido imaginar, atraía sobremanera al bujarra de Platón que veía en él una figura fuera de la ley del palo James Dean o algo así y que le ponía berraco de cagarse. Como era de esperar, Poya no estaba por la labor. Se pegaba la tarde entera picándose la vena, soltándose cuescos hediondos, sacándose el cerumen de los oídos o rascándose el culo mientras Platón le observaba completamente embelesado.

PLATÓN: Voy a ordenar al mejor escultor de Esparta que te esculpa una figura en mármol –Le decía loco de amor.

POYA: ¡Y yo me voy a pegar un peo en tu boca como no me dejes colgarme en paz de una puta vez! –Le replicaba Poya.

PLATÓN: Jo Poya, no seas así... si yo te lo digo porque en verdad... la verdad... –Platón no era capaz de abrir su corazón para darle a entender sus verdaderos sentimientos. Es lo malo de ser un maricón del espacio de segundo nivel, que al igual que el resto de los mortales nunca puedes escapar de ellos.

POYA: ¡En verdad tu puto padre, saco mierda! Anda, que no me des más la vara y pásame la cuchara herrumbrosa esa que tienes debajo de tu gordo culo de maricona –Poya no se andaba con hostias, desde luego, lo bueno de chutarse caballo en la antigua Grecia es que todavía no existían ni el sida ni la hepatitis C, y ni mucho menos la heroína adulterada con jabón para la lavadora proveniente de Taiwan.

PLATÓN: ¿Qué te has hecho hoy para comer?

POYA: Orangután con piña... y de postre flan con tu puta madre ¡JA JA JA JA! –El humor de Poya acostumbraba a ser así. Digamos, contemporáneo.

PLATÓN: Jo, Poya. Eso no ha tenido gracia.

POYA: Cállate, cállate, cállate... ¡Ougffs! ¡Jodeer! ¡Qué cuelgazo más de putísima madre, coño!

Y de esta particular manera acostumbraban a pasar las tardes, Poya gozándose el cuelgue y Platón pajeándose con un cojín sobre el regazo; apenas sí se fumaba un porro por tal de aparentar que iba allí únicamente para colocarse con él.

POYA: Mira Plátano... mira... mira, Plátano... una cosa... que me han dicho. Que me han dicho que tu hermana la medusa... ¡Me va a comer tó el pollate! ¡JA JA JA JA! –Le soltó mientras se partía el culo en plan energúmeno.

PLATÓN: Yo no tengo ninguna hermana que se llame así, Poya... Por favor te lo pido que no te rías más de mí. Además, sabes que no me gusta que me llames Plátano –Platón se ofendió mucho aquella vez, bastante soportaba ya con ver a su amado picándose la vena día tras día.

POYA: Anda Plátano... que no te enfades joder... ¡que al final me voy a tener que cagar en toda tu puta madre! ¡JA JA JA JA! –Poya no era un mal tío en realidad, le pasaba como a Sid Vicious, que todo era apariencia pues vivía como un bohemio renacentista ultra sensible de su tiempo.

PLATÓN: Bueno Poya, te perdono... pero sólo si me das un pico –Le sugirió el sarasa.

POYA: ¡Claro hombre! ¡Que no soy un puto catalán, joder! Vente p'acá y pásate la mierda brazo ese de gafapasta giliflautero que me llevas. Te voy a enchufar la máquina y ya verás qué pico más guapo te va a caer.

Pero lo que Poya no sabía era que Platón le había pedido un pico de los que se dan con los labios. Sobreexcitado al encontrarse con la posibilidad de besar a su gran amor, Platón se sacó la chorra más tiesa que un obelisco, ladeó a Poya como si este fuese un muñeco de trapo y le atravesó el chándal de Táctel endiñándole un trabucazo que de verlo por la tele heriría la sensibilidad hasta de los más atrevidos. Ríete tú de A serbian film.

– ¡¡¡AAAAH, AAAAAH!!! –Gritaba Poya espasmódico, pero su lamento gitano no consiguió aplacar la furia enculadora de Platón, que parecía tener la fuerza de un martillo neumático picando rocas de grava.

El cuelgue de la heroína subsahariana junto con la devastación anal que le practicó Platón terminaron por provocarle a Poya un paro cardíaco que se lo llevó para el otro barrio con cara de absoluta estupefacción. Fue la primera tragedia a manos del conocido Amor Platónico. Semanas después, y a petición expresa de su amado, trasladaron el cadáver de Poya a Troya en un ataúd de madera con forma de polla que se lo hicieron los negros aquellos que promocionaban el Aquarius. Los troyanos que presenciaron el funeral se partían la caja al comprobar que el féretro tenía forma de rabo con glande y testículos incluidos. Platón se sintió tan decepcionado ante la ofensa del pueblo troyano que decidió vengarse; para ello, la misma tarde del velatorio, se mantuvo oculto durante horas detrás de una lápida esperando a que cayese la noche y así, cuando finalmente los aldeanos se fueron a dormir, el filósofo salió de su escondite con la polla dura en la mano dispuesto a colarse, una por una, en todas las casas como un vulgar caco por tal de masacrar a machetazos genitales los virginales rectos de los chavales que habitaban en la metrópolis.

– ¡Aaaaaaaah! ¡Aaaaargh! ¡Ooorghf! ¡Uooorghf! –Se les escuchaba bramar a los zagales mientras los cojones de Platón repicaban indómitos contra sus perineos. El tío parecía una ametralladora de follarse culos.

A la mañana siguiente Troya amaneció izando la bandera del arco iris y declarándose la primera ciudad Gay Friendly de la historia. Por su parte, Platón decidió escribir un libro al que llamaría 'El banquete', en alusión al festín de ojetes que se pegó aquella noche. Años más tarde también montó su propia escuela de maricones en Troya y un centro de ayuda para drogodependientes que según cuentan también era la polla.

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MARICONES DEL ESPACIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora