Capítulo 2: Respira, criaturita.

33.3K 4.2K 1.7K
                                    

Sangre, vampiros, gas pimienta, carmesí, peligro.

Las palabras se repitieron en mi cabeza en un orden inconcluso. Ni siquiera entendía de dónde venían, o que querían decir, pero fue lo primero que percibí al iniciar un nuevo día.

Mi cabeza dolió apenas abrí los ojos. Todo por la maldita luz que se filtraba por las ventanas. Gruñendo por lo bajo, tomé una de las almohadas y la puse sobre mis ojos.

Estaba confusa, con los rastros del sueño sobre mí. ¿Había tenido una pesadilla? Lo más seguro. Y debió ser una muy mala, pues aún sentía mi corazón acelearado.

Me revolví en la cama, sin intenciones de levantarme. Estaba tan cansada, todos mis músculos dolían por alguna razón, al igual que mi barbilla. Me sentía como si llegara de una larga sesión de ejercicios, a pesar de que no tenía ni el tiempo para ello, ni las ganas.

—Juliette, se te hace tarde —indicó mi hermano menor.

Gruñí con frustración. Odiaba aquel momento en el que tenía que abandonar al amor de mi vida, llamado cama, para enfrentar la dura realidad.

Miré a mi hermano de reojo, para analizar qué tan tarde era. Si estaba relajado, entonces tenía un par de minutos libre, pero si andaba en modo estrés, la única solución sería correr por toda la casa, rezando por un milagro para llegar a tiempo.

Él solo tenía apenas quince años. Acné, mala actitud y hormonas. Todo un adolescente perfectamente representado. Su cabello oscuro caía por su frente, no le gustaba tenerlo corto, quizás porque se sentía seguro escondiéndose tras algunos mechones. Sería un hombre atractivo cuando creciera, pero en este momento se encontraba delgado y desganado.

Aunque a mis ojos, seguía siendo guapísimo. Quizás no fuera un adonis, pero era atento y cuidadoso. Quizás no fuera un dios griego, pero era amable, cuidaba de todas las personas a su alrededor y siempre estaba dispuesto ayudar.

—Gracias, Justin.

Me levanté de la cama, sintiéndome mareada. Mi cabeza palpitó y estaba segura de que vomitaría, si seguía así. Justin me miró con preocupación, ayudándome a estabilizarme.

Compartíamos habitación, junto a los otros dos charlatanes. Ellos dormían en una cama matrimonial, los tres juntos, mientras que yo dormía en la individual. Dentro de poco, tendría que buscar otro sitio para que Justin durmiera, ya que estaba creciendo y necesitaría su propio espacio.

Él había decidido dormir en el sofá de la sala, pero yo no tenía el corazón para permitirle eso.

—¿Los mocosos? —pregunté.

El apodo de los mocosos también incluía a Justin, pero debido a que este crecía más rápido de lo que esperaba, no me quedaba de otra más que inventarle uno nuevo. Mi hermano menor me apoyaba a cada segundo, por lo que se merecía algo bueno.

Ya se me ocurriría algo para él.

—Mandé a Jake a tomar un baño y Julia está comiendo.

Julia era la menor de nosotros. Tenía ocho años y la ternura que a todos nosotros nos faltaba. Delicada y querida como a una princesa. Su cabello era un poco más claro, al igual que sus ojos color miel. Era tan hermosa que cautivaba a todos lo que la veían, sonriente y amable. Además, siempre se portaba como una niña muy tierna, por lo que era sencillo para ella robarle el corazón a los demás.

Jake, en cambio, tenía apenas doce años recién cumplidos. Aún se comportaba como un niño, pero prefería que fuera así. Mientras más tiempo su inocencia se mantuviera, mejor. Su cabello era igual al de Justin, mientras que sus ojos eran idénticos a los míos. Un niño alegre de corazón noble, esa era la mejor descripción para él.

Donovan Black (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora