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El clima parecía acompañar al ánimo de los adolescentes, puesto que desde el viernes el sol había resplandecido en lo más alto del cielo, bañando con su cálida luminosidad cada rincón de Seul

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El clima parecía acompañar al ánimo de los adolescentes, puesto que desde el viernes el sol había resplandecido en lo más alto del cielo, bañando con su cálida luminosidad cada rincón de Seul.

El lunes, al igual que todo el fin de semana, amaneció soleado. Los curiosos rayos de luz solar, se colaban con sutileza entre las rendijas de las blancas cortinas que cubrían la ventana de aquella habitación, arropando con gentileza los dormidos cuerpos de ambos adolescentes, que yacían uno junto al otro, abrazados, con las respiraciones sosegadas, y el cuerpo tranquilo, ambos disfrutando del placentero sueño que estaban viviendo.

No obstante, y para lastima de los dos chicos, aquella mañana tan estupenda visualmente, era de un lunes. Un lunes lectivo.
Por lo cual, aquella pacífica atmósfera de calidez y sepulcral silencio solo roto por el bienvenido cantar de un par de aves, se vio interrumpida por el escandaloso sonido de la alarma de un móvil, que provocó al instante las quejas de los dos jóvenes.

Seo fue quien arrojó su vagancia, y comodidad, por la borda, para extender uno de sus brazos y comenzar a manotear la mesilla de noche en busca del infernal aparato que emitía tal estridente ruido.
Cuando consiguió frenarlo, y después de un largo suspiro satisfecho, volvió su cuerpo hacia el de su acompañante, el cual aún mantenía su cómoda postura para dormir.

Desde la declaración, ambos habían pasado aún más tiempo juntos (si es que eso era posible), comprobando como sería su relación si comenzaran a ejercerla como si fuera de una pareja. Lo cierto, y para sorpresa de nadie, es que todo continuó con normalidad. Lo único que se agregó, e incluso mejoró las cosas, fue que ahora podían darse besos. Ya que el contacto físico siempre lo habían tenido.

Changbin se sentía feliz. Estaba condenadamente contento debido a  todo lo que le estaba ocurriendo a su vida; tan bueno, en tan poco tiempo. Aunque debido a esa velocidad y esa repentinez, había comenzado a crear inseguridades en sí mismo. No podía creer que en su vida todo hubiera mejorado en solo una tarde, que, de repente, su mayor deseo se hubiera hecho realidad.

Miraba al chico que tenía a su lado. Ya habían estado en esa posición en más de una ocasión, por no decir la mayoría de noches. No era la primera vez que Felix dormía a su lado, y tampoco sería la última, eso estaba claro. Aún así, desde el viernes, levantarse con él acoplado entre sus brazos, con sus cuerpos totalmente pegados y sus respiraciones haciéndose una, había sido una sensación totalmente diferente a las anteriores.
Por fin sentía que era, de alguna forma, suyo. Que ya no era el mejor amigo inalcanzable que nunca sabría sobre sus profundos sentimientos hacia él; ahora era el chico que también lo veía como algo más, y se encontraba en las mismas circunstancias que el bajito.

Seo no podía apartar sus ojos del gesto dormido del menor. Sus ojos aún se mantenían cerrados, con las pestañas acariciando sus pómulos, y su tranquila expresión siendo acariciada con gentileza por el travieso rayo de sol que había decidido situarse en su rostro. Su anaranjado cabello, que poco a poco iba perdiendo aquel chillón color, estaba desenmarañado sobre su cabeza, con varios mechones descolocados de cualquier forma, haciéndolo ver esponjoso.
Sus carnosos labios estaban cerrados, fruncidos, expresando el esfuerzo que hacía el extranjero por volver a caer dormido.
La gruesa manta que los cubría le tapaba hasta el cuello, y él mantenía la cabeza un poco gacha en un intento de esconder sus ojos de la luminosidad mañanera. Sus piernas estaban entrelazadas con las del bajito por debajo de las frazadas, y sus brazos se amoldaban con cuidado en la cintura del pelinegro.

Just a little kiss || HyunIn Donde viven las historias. Descúbrelo ahora