Mí vida fue tranquila hasta que un día eso cambio, yo cambié, y lo conocí a él.
Sus preciosos ojos claros son la cura, y yo quien los necesita para apagar este descontrolado tormento.
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#Esta historia es completamente Mí...
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Me acomodó el cabello en un rodete medio desordenado, y sigo barriendo las hojas hasta dejarlas todas amontonadas en un rincón.
—No te olvides de esa parte —el guardia a cargo de mí, me señaló unos papeles cerca la vereda, y luego al frente, en donde ya había barrido—. Y vuelve a limpiar allí, no quiero ver ni una sola hoja.
Lo miré con los ojos entre cerrados, mientras pincho los papeles y los suelto dentro de una bolsa para basura.
Aquel lugar está impecable, pero obviamente lo hace solo para fastidiarme. Así que, con su molesta presencia, continúe limpiando hasta las cinco de la tarde, como parte de mi castigo por destruir el rosedal de la mansión de ese demonio, y aunque no fui quien provoco todo ese desastre, de cierta forma también soy responsable de todo lo sucedido.
Por lo tanto, cuando me trajeron ayer por la mañana a lo de Lhaia, porque al final Mathews si permitió que volviera al día siguiente del trato que hicimos, tuve que empezar el castigo aquí, y para qué se asegurarán de que lo hiciera, y por mi propia seguridad, pusieron a cargo a este rubio creído, que por lo visto eligió como su deporte favorito joderme la existencia todo lo posible.
—Bien, ya puedes irte —me indico, viendo la hora en su reloj de muñeca, para pasar a ver luego a su compañero—. Y nosotros deberíamos hacer lo mismo, pero esos idiotas aún no llegaron.
Comencé a dejar los instrumentos y la bolsa en un rincón, porque al terminar ellos son quienes se encargan de acomodar todo lo que use.
—¿Puedes quedarte a esperarlos? Seguro no tardan en llegar.
—¿Tienes planes?
—Es el cumpleaños de mi esposa, y no quiero llegar tarde.
El rubio pareció dudar.
—No lo sé, viejo.
—Vamos, Thyan. Solo será por hoy, te prometo que te lo compensaré la próxima —insistió su compañero.
—Bueno, bueno. Pero antes de irte encárgate de las herramientas y de tirar las bolsas de basura —al final acepto, pero no muy convencido.
—¡Eres el mejor, hermano! —su compañero sonrió, y pasando por mi lado, comenzó a agarrar las cosas.
Él a diferencia del otro, pasa casi de mi existencia.
—Saluda a tu esposa de mi parte.
—¡Por supuesto! Luego de que lleguen esos dos pasa por mi casa un rato, te dejaré una buena rebanada de pastel —el guardia se fue a guardar las herramientas.
Y Thyan como si recordara mi presencia, me miró con la expresión de quién tiene a su enemigo en frente.
—¿Aún sigues aquí? Vete de una vez, y a ver si para la próxima limpias mejor.