Mí vida fue tranquila hasta que un día eso cambio, yo cambié, y lo conocí a él.
Sus preciosos ojos claros son la cura, y yo quien los necesita para apagar este descontrolado tormento.
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#Esta historia es completamente Mí...
Tengo la mente en otro lado y puedo ver que Dylan lo percibe a lo lejos.
Vuelvo a mi postura gélida.
Meto las manos en los bolsillos de mi pantalón y me acerco a la silla donde está el traidor amarrado. Sus ojos están dilatados, su rostro pálido y su cuerpo tiembla. Sonrío; ni siquiera he empezado y ya está completamente asustado.
—¿Sabes cuál es el castigo para los traidores? —le pregunté, sin borrar la leve sonrisa de mis labios.
Pareció pensar un momento si responder o no sería lo correcto; al final, solo asintió.
—No lo creo. Quizás podría dejarte amarrado a algún árbol hasta que te consumas de hambre, o en los muros de la zona fronteriza… —fingí pensarlo un momento.
Las dos opciones son de un final cruel, pero justo, en el primero no solo sería consumido por el hambre, sino también por los Acechadores que se alimentarían de lo que le quedase de sangre, y en los murallones… Por los cazadores de Becka, que lo terminarían torturando y asesinando.
—¡No he dicho nada a nadie! —gritó nervioso, y como si acabara de recordar que puedo detectar las mentiras, me miró con espanto.
Me acerco más y lo sujeto del cuello; la loción de veneno en mis manos comienza a quemarle la piel, soltando un alarido de dolor. La sensación es similar a la de ser quemado con fuego.
—¿A cuántos? ¿A quiénes?
—¡A uno solo! ¡A mi hermano, Efraín! —gritó con dolor.
Está diciendo la verdad.
—¿Y en dónde está él?
Se quedó callado, por lo que ejercí más presión, esta vez grito dando una sacudida.
—¡N-no lo sé! ¡La última vez que lo vi fue en el bosque oscuro, antes de que nos atraparan!
Lo solté y, lanzándole a Dylan una mirada fugaz, ambos salimos al pasillo.
—¿Los guardias…?
—Tuve cuidado, los únicos que quedaron son de confianza —me cortó sabiendo lo que iba a preguntarle.
Me cruzo de brazos y me acercó a la ventana. El jardín de a poco va recobrando su color.
—Tardamos mucho en encontrarlo.
Dylan se puso a mi lado.
—Reforzaré la seguridad si es necesario.
Miro hacia un costado e intento contener un suspiro.
—No creo que sea necesario.
Se hizo un pequeño silencio.
—¿Y por qué no? —sin verlo podía imaginar ahora mismo su cara de confusión. En otro pequeño silencio de mi parte añadió—. ¿A caso… estás pensando en no ir a la capital?
—No es el mejor momento para marcharme —me justifiqué. evitando aún mirarlo a los ojos.
—Hemos pasado por cosas peores, esto no es nada y lo sabes —refuto en tono neutral.
Esta vez si lo miré, bastante más serio de lo normal.
—No me iré —le aclaré con determinación—. Me quedaré hasta que todo se resuelva. Así que, en lo que voy a buscarla, encárgate de enviarles una carta para reprogramar la reunión —me doy la vuelta y empiezo alejarme.
—Esto es por ella, ¿No? Porque crees que es tu Destino —agregó con disgusto.
Me detengo, y por alguna razón que no quise profundizar, el tono con el que me contestó no me agradó, y no ayuda en nada el hecho de que la otra parte de mí, la mitad bestia, intente dominar algo de mis emociones.
Cierro los ojos e intento recuperar la calma, lo consigo en parte. Sin embargo, al abrirlos de nuevo, veo a Adara caminando hacia mí. Su expresión me advierte que viene a traerme más dolores de cabeza.
Fruncí el ceño. ¿Acaso hoy se pusieron todos de acuerdo para fastidiarme? Ya es suficiente.
Sin darme la vuelta, giro levemente la cabeza hacia un costado.
—Yo que tú, me enfocaría más en la seguridad de Sety. Después de todo, eres un líder, uno que ya ha cometido más que suficientes errores —dije antes de seguir avanzando.
Dylan guardó silenció, y Adara se quedó cómo paralizada en mitad del camino, conociéndome lo suficiente como para no decirme nada y bajar la cabeza cuando paso por su lado, ignorándola.
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