Tan pronto me desperté en plena madrugada, me puse un abrigó y salí a caminar un rato.
No es algo que acostumbré hacer, y menos después de haber visto algo extraño anoche.
Pero es que me sentía tan… rara.
Como si todo mi cuerpo me ordenará ir hacia algún lugar, ¿Pero a dónde? Porque entrar al bosque no es una opción, me terminaría perdiendo y además podría ser peligroso.
Detuve mis pasos.
—¿Qué estoy haciendo? —me pregunté al pensarlo bien.
Se supone que debo tener cuidado y evitar que me vean, al menos hasta que Lhaia nos confirmé que ya arregló todo para que mi padre y yo podamos vivir aquí a salvo, pero esto… no es exactamente ser invisible.
Me di la vuelta y me encaminé de regreso a la casa. No sé qué pasa por mi mente, nunca cometo tales imprudencias.
Pero después de avanzar unos metros con duda, me detuve y lo repensé, volviendo la mirada hacia atrás.
Observando como las ramas de los árboles se extienden hacia el camino, tan imponentes. El ambiente es desolador.
Suspiré.
—Al parecer hoy es mi día de suerte.
Al escuchar de la nada aquella voz masculina, todo mi cuerpo se alarmó, desvié la mirada hacia un costado, y a un par de metros de distancia observé a un joven de cabello gris, y de ojos tan oscuros como la noche.
—¿Disculpa?
Por instinto retrocedí unos pequeños pasos. Qué sigiloso.
—¿Estás pérdida? —preguntó, mientras me repasa con la mirada hasta el punto de incomodarme.
—No. —fue lo único que respondí, y con cautela seguí caminando.
Esto no para nada ser invisible.
—Se me hace que te he visto antes —volvió a dirigirme la palabra.
Pero lo ignoré y aceleré los pasos. Aún sigo bastante lejos de la casa de Lhaia.
—¿Y qué eres? —continuo.
Y esta vez me congelé en mi lugar, porque su voz sonó tan cerca…
Con un enorme esfuerzo, trate de mantener la calma.
—¿Sueles preguntárselo a todos los extraños que te cruzas? —replique, siendo no muy inteligente dada la situación.
—No, solo a los que me interesan.
Trague saliva con fuerza.
—No me conoces, ¿Por qué habría de interesarte?
Se formó un pequeño y tensó silencio, donde me imaginé como de sus labios brotó una sonrisa.
—Porque soy un cazador —su aliento choco contra la piel de mi nuca.
Con cuidado y la piel erizada, lleve lentamente mi mano debajo del abrigo, donde en la zona de las caderas tengo un cinturón con estuche que guarda mi preciosa daga plateada. Me preparé.
—Y tú eres mi presa —soltó con firmeza.
Y antes de que tuviera la oportunidad de tocarme, quite la daga del estuche y gire rápidamente, logrando rozar el filo por su hombro.
Se sujetó esa zona con la mano, y no se alejó, mantuvo la misma corta distancia mientras mantiene el ceño fruncido, sin demostrar un ápice de enojo o dolor por la cortadura.

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Destinos. ©
FantasyMí vida fue tranquila hasta que un día eso cambio, yo cambié, y lo conocí a él. Sus preciosos ojos claros son la cura, y yo quien los necesita para apagar este descontrolado tormento. Todos los derechos reservados. #Esta historia es completamente Mí...